Capítulo 14: Agoney

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La noche que la luna salió tarde en sus pesadillas vio la luna cubrirse de sangre. Un lobo aulló el silencio de una sonrisa rota.

Agoney se despertó empapado en sudor. No recordaba el sueño que lo había atormentado esa noche. Sin embargo la silueta del animal a contraluz se le había quedado sellada en la memoria, como la mirada de desilusión del chico del Distrito 2 en la noche anterior. No había dejado sus pensamientos. Se durmió pensando en él e, irremediablemente, había vuelto a ocupar su mente a pesar de que no llevaba despierto más que unos minutos.

Salió de la cama como si así pudiera dejar su recuerdo entre las sábanas, pero le acompañaba aún la presión en su labio inferior el cual Raoul había intentado devorar la noche anterior.

Sin embargo no estaba sola. Aquella que aprisionaba el hombro todavía seguía presente desde la hora del almuerzo del día anterior. Recordaba perfectamente cada palabra, como si estuviera volviendo a pasar en ese mismo instante.

— Raoul está fingiendo perfectamente, pero parece que tú no estás del todo seguro. ¿Quieres romper la alianza? — La seriedad de Ricky acompañada de la preocupación de sus ojos hizo que Agoney negara con la cabeza inmediatamente. Fue entonces cuando Ricky sonrió—. Entonces esfuérzate un poco más. Solo tienes que jugar cuando importe.

— ¿Solamente cuando importe? — Recordaba Agoney que fueron las únicas palabras que pudo decir él mismo en ese momento.

— Convénceme. —Con una mano le volvió a agarrar el hombro a Agoney, justo de la misma manera como cuando atravesaron la puerta para alejarse del comedor, mientras con la otra señala una cámara en la esquina de la habitación que apunta hacia otro lado de la estancia—. Convéncelas.

Agoney miró a las esquinas de su propia habitación y no vio ninguna cámara. En ese lugar, tan espacioso como claustrofóbico, estaba seguro. A pesar de que estaba iluminado uno de los cajones indicándole que dentro le esperaba la ropa de ese día, Agoney salió en pijama al pasillo.

No tardó en reconocer los gemidos de Mireya cuando pasó por al lado de la puerta de la habitación de Miriam. Parecían amortizados, como si la habitación estuviera insonorizada, pero por la entrada seguían escapándose los sonidos con mayor facilidad.

Se dispuso a desayunar solo, justo como la mañana anterior. Las frías costumbres le estaban haciendo sentir un aplomo interior que no le dejaba moverse con tanta facilidad. Era el último día de entrenamiento, pero no quería acabarlo, no quería empezarlo y mucho menos quería pasar por él.

Mientras desayunaba, posó su mirada sobre uno de los avox que le habían preparado la comida que estaba ingiriendo. A los pocos segundos se la devolvió, impasible.

— ¿Cómo te llamas? —La voz de Agoney pudo haber resonado de la misma manera en el comedor como en su habitación cuando estaba a solas. El eco le molestó al saber que no le iba a contestar porque, como había olvidado hacía unos instantes, los avox tenían cortada la lengua. Sin embargo, se le ocurrió una idea—. Tráeme papel y lápiz.

El avox no dejó de mirarle mientras salía de la habitación con curiosidad y esperanza. Agoney desconocía si en el Capitolio seguían existiendo tales objetos porque todo parecía ir electrónicamente, casi al contrario que en el Distrito 4. Fue por esto por lo que no se sorprendió cuando el avox le trajo, sobre una tabla de cristal de la que sujetaba los bordes, un dispositivo que tenía adjuntado una especie de palo que solamente la forma tenía de parecido con un lápiz. Aun así, el muchacho se lo aceptó gustoso.

Se levantó de la mesa dejando un plato vacío detrás y se dirigió a su habitación. Justo antes de entrar en el pasillo se dio la vuelta para volver a mandarle al mismo avox.

Ganar el juego sin ti (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora