Capitulo 10

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Unos minutos más tarde, Keith entró en el hangar del león verde aproximándose a Pidge, quien trabajaba meticulosamente en su computadora bajo la escudriñante mirada de su león.

–Hey, Keith –lo saludó ella al verlo acercarse.

–Hey –soltó él algo desanimado.

–Huy. Eso no suena bien –dijo la joven de verde desde el suelo. Pidge había descubierto que resultaba fácil detectar los cambios de humor del joven paladín de rojo ante la impasibilidad normal que solía mostrar –. ¿Qué paso?

–No lo sé –dijo él claramente desconcertado sentándose justo a su lado en el suelo –. No tengo la menor idea de que paso.

–Porque no me lo cuentas –soltó Pidge levantándose levemente para plantarle un rápido y fugaz beso en la mejilla a su novio, él cual muy apenas reaccionó –, no pudo haber sido tan malo.

La joven volvió a su computadora, en lo que su compañero soltaba un suspiro en resignación.

–No fue malo... fue... extrañó –dijo Keith sin saber como mejor describirlo. Apoyó uno de sus codos sobre su rodilla y luego su mentón en su mano –. Hace unos momentos Allura me interceptó en el pasillo y actuó... muy raro.

–¿"Raro" cómo?

–¡Raro, raro! No lo sé. Fue diferente a como suele ser ella y... era incomodo. No dejaba de hacer contacto visual como si quisiera explotar mi cabeza con su mente... y cuando intente escabullirme, evitó que me alejara...

Pidge detuvo su tecleó para meditar un poco las palabras de su pareja. Por una razón le parecía sumamente familiar el comportamiento de la princesa que le describía Keith.

–He insistía que debíamos hablar, como si siempre lo hubiéramos hecho antes. Eso nunca ha pasado, pero estaba completamente segura de había algo que debíamos discutir... ¿Qué? ¿Qué pasa?

Pidge se levantó de golpe ante aquella descripción ya que finalmente había recordado cuando presenció a Allura actuar de esa manera. Justamente cuando quiso sacarle la verdad sobre su género. ¿Pero por qué? ¿Por qué ella le haría lo mismo a Keith? A menos que...

–¡Ella lo sabe! –soltó Pidge horrorizada sujetándose la cabeza con ambas manos. Keith dio un respingo de sorpresa ante su grito.

–¿Saber qué? –dijo Keith en un principio sin comprender, pero unos segundos después el pánico se reflejo en sus ojos –. Espera... ¿Qué ella ya sabe? ¿Qué ya sabe, sabe? –agregó indicándose con un dedo a su persona y luego a Pidge –. ¿Pero cómo lo sabe?

Pidge se devanó por unos segundos el cerebro desarrollando miles de escenarios posibles de cómo pudo haber sucedido y todos llevaban a una sola persona.

–Hunk –soltó Pidge con aspereza y entrecerrando la mirada con furia.

–Hunk –soltó Pidge con aspereza y entrecerrando la mirada con furia

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