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– Tú debes se Ana. – Su voz. Por el amor de Dios, su voz entró en mis sentidos y caló en mi como si fuese un aire helado atravesando mis poros. Y se siente bien. – ¿Cierto? – Vuelve a hablar con algo de duda y salgo de mi trance, algo apenada por lo que acaba de suceder.

– Si, disculpa, estoy algo distraída. –

– Si no se siente totalmente disponible hoy, puedo venir después. –

– No es necesario, por favor, pase. – Le pido, ya recompuesta por lo sucedido.


La llevó hasta la silla frente al escritorio y me siento en mi lugar frente a ella.


– Quien diría que unas simples niñas tendrían un negocio como este. – Comienza y eso me descoloca por completo. – ¿Puedo preguntar para que fin? – Su voz lleva ese tonito que usa Ash cuando llama perra a alguien y no es de cariño.

– No y le pido que evite esas preguntas, viene usted a solicitar nuestro servicio y. –

– El tuyo, Ana. – Me mira y su mirada gélida me paraliza. – No quiero a otra chica, sé que tu envías a otras según lo que solicite el cliente, pero yo te quiero a ti. – Por supuesto que quedé anonadada.

– Primero, yo decido si aceptaré este contrato o no y para eso, necesito hacer unas preguntas y dejar claro el contrato. – Me mira sin responder. – Empecemos; existen 2 reglas importantes que deben llevarse al pie de la letra, no se cambiaran ni se sustituirán por otras, tampoco se pasaran por alto. Están para cumplirse. – Hice una pausa tomando el folleto y entregándoselo. – Numero uno: No tendremos relaciones coitales, caricias subidas de tono, entre otras. Encontraras un resumen de eso y las razones. Dos: Una vez terminado el contrato, harás como que no nos conocemos, como que nunca nos hemos visto. Después de finalizado el contrato, la otra no existe ni fue parte de nuestra vida. – Miré su rostro buscando alguna expresión, pero nada, su semblante seguía serio.

– ¿Algo más? –

– Vamos con las preguntas. – Solté un poco de aire. – ¿De cuánto tiempo estamos hablando? –

– Un mes. – La miré, sus labios moviéndose lentos al pronunciar tal oración tan corta.

– ¿Quiere incluir besos en el contrato? –

– Por supuesto. –

– De acuerdo, le aclaro una cosa, son solo 3 besos por contrato y... -

– No voy a aceptar eso, quiero los besos que yo quiera y cuando los quiera. – Mi entrecejo se frunció tras cada palabra de esa mujer.

– Mire, las cosas son como yo las digo, no como usted las quiera y si yo digo que son tres... ¿Qué está haciendo? – Elizabeth se había levantado de pronto y estaba frente a mí, sus manos sosteniendo su cuerpo sobre el escritorio y su rostro muy cerca del mío.

– Quiero todos los besos que yo quiera, ¿De acuerdo? Voy a pagar por todos y cada maldito beso, pero quiero todos lo que me dé la gana. –

– N-No... - Mi mirada se intercambiaba entre sus ojos claros y sus labios carnosos.


Se levantó de golpe y soltó un suspiro pesado, pasó su mano derecha por sobre su cabeza, acomodando su lacio cabello rubio, me miró y en un pestañear, la tenía pegada a mis labios, me besaba con algo de rudeza, pero sus labios... sus labios se sentían tan bien.

Pero no está bien.

La empujé y me levanté de mi silla. No iba a tolerar esto y en cuanto tuve la oportunidad, llevé mi mano a su mejilla con fuerza, estampándole una bofetada que le volteó la cara y le hirió el orgullo, de eso estoy segura.

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