[015]

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     Al llegar al portón, el guarda les dejó salir sin peros, conocía a Ana como la amiga de Ashley, no había que negarse a las peticiones de la chica.

"A veces convenía extorsionar de manera saludable y buscando un bien común", eso era lo que decía Ash.

Carlos le abrió la puerta a la menor, quien por unos segundos admiró la oportunidad de negarse y darle paso a la cobardía, pero al ver a la rubia sentada al otro lado, con una sonrisa divina en los labios, toda cobardía se esfumó.

Y le dio paso a lo que sentía.

Conmocionada internamente, subió al auto y cerró la puerta ella misma, impaciente por lanzarse a los brazos de la mujer mayor que la veía con ternura.

Ella también estaba desesperada por abrazarla y besarla.

Estaba desesperada por tenerla.


– Lizi... – Susurró aquel apodo tierno, sus labios rosas pálido ansiaban por unos besos de aquel carmín. "Los colores llamativos en todas las especies anuncian cuan venenosos son", recordó de pronto al perderse en aquella delicia.


Y, aun así, deseaba consumirse en ese extasiante veneno.


– Hola, mi amor. – La mujer, quien había notado que el auto se había puesto en movimiento, decidió acercarse a la joven. – Te extrañé tanto. –

– Me llamaste...–

– Mi amor, – Pronunció con suavidad, acercándose cada vez más. – Mi Ana. – La ojiverde sentía la respiración de la mujer cerca de ella. Demasiado y la estaba matando.

– Bésame. – Pidió. A la mierda ocultar sus sentimientos.


Ya no podía soportarlos más.

Elizabeth sintió su cuerpo estremecerse al instante en que aquellas palabras fueron pronunciadas, todo su ser había reaccionado al susurro lascivo que esa niña había lanzado.

Y, aun así, la hizo esperar.

Porque quería escucharla más.


– Por favor, bésame. – Le pidió una vez más con los ojos cerrados, su voz salía ronca, suave. – Lizi... –

– Ven aquí. – Y con agilidad, subió a la joven a sus piernas, teniendo frente a si el rostro más hermoso que había visto. – Pídemelo una vez más. – Sus ojos estaban conectados, cual sol sobre el lago descansa.

– Bésame. –


Y fue así como dando rienda suelta a sus antojos, se deleitó en los labios más deliciosos que había probado, creando poemas con cada respiración agitada que sacaba de la joven sobre sus piernas.

Metió su lengua sin permiso, sintiendo a la joven sorprenderse, pero más sorprendida estuvo ella cuando la chica correspondió a la perfección y aún más, cuando rodeadas del placer que sentían, la ojiverde rasguñó con delicadeza su cuello.

No iba a poder soportarlo.


– Ana... – Suspiró. – ...Te quiero. –

– ¿Qué? – Se separó al instante. Aquellas palabras le habían detenido el corazón.

– Te quiero. – Sus ojos brillaban, brillaban más que nunca, como el sol, aun más. – Esto, esto debe ser muy repentino para ti y aún más porque lo nuestro es un... es un... – La palabra "contrato" quedó atorada en su garganta.

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