[016]

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Los ecos del pasado

Resuenan con llanto

Gritan desde adentro

Desatando mi tormento.


Déjame refugiarme, amor

En tus senos, en tu calor

Abrázame con tus alas

Lléname de tu valor.


No dejes de ser, mi vida

El candelabro que alumbra mi ser

Que da nitidez a mi camino

Que no me deja desvanecer.


***


      El viaje a la playa había sido maravilloso, la menor se había deleitado enormemente con el cuerpo de la modelo millonaria. Y es que, la edad no parecía en nada afectarle, su abdomen se veía tonificado, al igual que sus hermosas piernas.

La magnate se paseó por la playa junto a ella con las manos entrelazadas, en ningún momento la soltó, pusieron la cesta con comida a un lado y estiraron a lo largo de su espacio los paños, debajo de aquella sombrilla, Ana estaba cautivada con la espalda de su chica.

Porque si podía llamarla su chica, ¿Verdad?

La mujer de ojos sol le alcanzó la crema que evitaba que su piel se dañara, pidiéndole mudamente que la esparciera por su espalda.

En ese momento Ana sintió su corazón detenerse.

Reaccionando a duras penas, tomó la crema, agitó su cabeza intentando no imaginar nada obsceno, pero era imposible.

En su mente el cuerpo de Elizabeth, su sonrisa, su mirar y toda ella prácticamente, estaban haciendo estragos.

Dejó caer las primeras gotas y empezó a esparcirlas, su piel sentía suave.

Ya lo había notado antes.

Haciendo aquello, a su mente vinieron imágenes de ella y Elizabeth haciendo el amor, rasguñando su espalda.


– Dios... ¿Qué estoy pensando? – Susurré.

– ¿Has dicho algo, amor? – Me llamó amor. Podría morir ahora. – Mmh, eso se siente bien. – Maldición, ¿De verdad es normal que sea tan sexy y tierna?

– No ha... –

– Hola, pequeña. – Unos tipos se habían acercado a nosotras. – ¿Qué te parece si vas a comprarte un helado y dejas que yo termine de untarle el protector solar a tu hermana? –


¿Y este idiota? ¿De dónde demonios salió? Mi sangre hervía, hace tanto nadie me hacía enojar. Veo que Elizabeth esconde su cabeza entre sus manos, riendo.


– Porque no me da la gana. – Respondo y continuo.

– Oh vamos, es más, yo te pago el helado y me prestas a tu hermana, sé una buena niña. –


Elizabeth ríe más fuerte, como esperando alguna reacción mía, no dice nada, solo está ahí y eso me enoja más.

| Adolescente en renta |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora