La fría Rusia

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Capítulo XI

Era el año 1995 cuando Anielka conoció a Otabek Altin cursando el último año de su licenciatura en la universidad, Altin venia como estudiante de intercambio para una maestría a Rusia desde Canadá, se sorprendió al enterarse de que se trataba de un Kazajo y que conocía el país ruso mejor que ella. Lo acompañaban un joven japonés algo tímido llamado Yuuri y su primo J.J que tiempo más tarde se convertiría en su esposo, pero sus ojos solo se posaron en Otabek en ese momento, la dureza de su rostro la atrapó para siempre.

El tiempo transcurría mientras de topaba por accidente en alguna esquina de la universidad con él esperando que posara sus ojos oscuros en ella, que la viera de frente o notara que asistían a algunas clases juntos, un día el milagro ocurrió. Era la fiesta de bienvenida para los nuevos ingresantes cuando pudo por primera vez entablar una conversación con el chico Kazajo, estaba en la barra peleando por un trago siendo completamente ignorada por el barman cuando escuchó su voz profunda saliendo en su rescate – Un Bloodmerry para la señorita – Otabek había pedido por ella y el muchacho de la barra al oírlo no pudo pasarlo por alto. Con trago en mano los dos comenzaron a conocerse.

Él era perfecto, increíblemente guapo, inteligente con un futuro soñado como único heredero de una familia poderosa. Tenía un peculiar sentido del humor y una firmeza de carácter envidiable, la química fue instantánea. Ella sabía que era hermosa, tuvo una crianza excepcional hasta la muerte de su padre, merecía a su lado un hombre así, Otabek también estaba interesado y todo parecía cooperar. Luego de varias citas esporádicas se dieron en el parque de la ciudad su primer beso, el mejor beso que le habían dado en su vida con la firmeza y la pasión que solo ese hombre era capaz de desbordar. Incluso llegaron a compartir con sus amigos Yuuri y J.J. pero algo salió mal, Otabek se volvió sin dar explicaciones a Canadá junto al chico oriental dejándola desorientada, ni siquiera le dejo un numero de contacto, una dirección, una promesa de regreso, nada. Su madre al final tenía razón, no se podía confiar en los hombres. Tardaría un par de años después en descubrir la verdad sobre el repentino alejamiento del único hombre al que es capaz de amar.

Jean Leroy que hasta el momento le había parecido un ser invisible, un accesorio más de Otabek no regresó a Canadá junto a su primo transformándose en único compañero, él no tenía las respuestas pero al menos no la dejó sola. Todo se puso aún más difícil cuando su madre le anunció la banca rota de la industria de su padre y el final de las comodidades de su familia. Necesitaba una salida rápida para poder continuar con sus estudios y mantener la vida que llevaban, gracias a su madre y a su tía Anastasia sabía que la pobreza era asquerosa y por ninguna razón en el mundo era el lugar en el que quería estar. Su madre se lo dijo y tuvo razón, un buen matrimonio las salvaría a las tres, y fue entonces que Jean surgió como la mejor opción, después de todo también era un heredero rico, era guapo, gracioso y gentil.

Hubiera sido un buen matrimonio, no el que ella quería pero al menos tendría todo lo que soñó y quiso y Jean una esposa a la que amaba. Pero la vida no lo quiso así, siempre pensó que su esposo era un hombre débil pero al menos bueno, no un tirano repulsivo como su padre. Confió en él y en sus buenas intenciones, en su amor sin límites hasta que supo la verdad. Por su culpa había perdido a Otabek, al amor de su vida, al hombre que le erizaba la piel con una sola de sus miradas, aquel que tenía siempre la caricia certera para ella. Lo supo por una visita familiar donde volvió a topárselo, más encantador que nunca, lo escucho discutiendo con su perro fiel, ese chico japonés que parecía saberlo todo – Tu le dejaste libre a Anielka, él se casó con ella cuando tú también la querías – la afirmación de Yuuri la dejo petrificada en su lugar escuchando tras la puerta - ... que otro sacrificio más quiere que hagas por él... es injusto Beka que siempre tengas que pagar por que él es un hombre incapaz de ser feliz. No puedes desaparecer... no puede hacer desaparecer el vínculo de sangre que aún los une-

El tercero es el perdedorWhere stories live. Discover now