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La semana seguida del encuentro se resume en conversaciones casuales, fotos inesperadas, y una química capaz de romper cualquier iceberg con su fuerza.
-¿Vienes este fin de semana?
-lo intentaré.
Siendo honesta el miedo era inmenso, sentía que calaba en mis huesos como una amenaza inminente.
Muy en el fondo sabía que ese encuentro iba a traer consigo un hilo que se enredaria más con el paso del tiempo. Y así fué, después de estar toda la semana en evasivas entre ir o no ir, me arriesgué. "¡que carajos!" pensé, soy una chica de riesgos, tengo que verlo de frente otra vez para entender que pasó aquél catorce, porque aún no logro sacarlo de mi cabeza, por qué escucharlo en una nota de voz hace que mi corazón quiera salirse de su lugar.

El Domingo llegó más rápido de lo que esperaba, habiamos hablado toda la semana pero esa extraña sensación seguía intacta, no comprendía aun el efecto que causaba en mí, quería obtener respuestas y las tendría.
Me di una ducha de agua caliente, arreglé mi cabello como de costumbre y decidí ir natural, sin producción, sin capas y más capas de maquillaje, queria ser yo y ver su reacción ante una niña que poca atención le presta a las conductas y normas que le impone la sociedad. Creo que esa es la parte decisiva. Mostrarte tal cual eres ante el chico que te gusta, y cruzar los dedos porque no le parezcas salida de un manicomio, antimoda y anormal, o de ser así, que ame esa locura, que rompa los paradigmas contigo y por qué no, que seamos el puto problema de la sociedad. Que la jodamos. Que le gritemos ¡Al diablo tus estereotipos de mierda! ¡Al diablo si no somos perfectos! ¡Al diablo sí lo quiero aún sin conocerlo! ¡Al diablo sí me empiezo a perder en esa sonrisa!
Dos horas después me encontraba esperándolo en las escaleras de la estación. Ví mi reflejo en una lámina que tenía en frente. Mi cabello corto siempre estaba despeinado, bailando con el ruido de la ciudad, Mi piel siempre me pareció demasiado pálida, tan blanca como el vaso de leche que amaba tomar con galletas oreo, Mi estatura con la que podía hacer creer que tenía 15 años o incluso menos, mi camisa a cuadros favorita, aquel jean roto y ajustado, las botas negras que ya eran parte de mí. Me sentía tan nerviosa, como es posible, apenas y lo había visto una vez.
Una voz detrás de mí me sacó de mis pensamientos.
-Señorita, usted se encuentra muy linda hoy.
Me giré rápidamente y ahí estaba él, tan sencillo y guapo, con esa sonrisa que podía derretir al mismo Simon Cowell.
Por alguna razón sentí paz, verlo hizo que mis temores se fuesen a la cama y solo quédase yo para enfrentar todo lo que estaba sucediendo.
Es increíble, ese día la capa de hielo, con armadura antisentimientos que había creado hace mucho empezaba a derretirse. Hablar con él me transportaba a un lugar diferente, lejos de tanta basura y superficialidad, era él, sin publicidad engañosa, o ganas de aparentar algo que no era, brillaba sin necesidad de hablar de su dinero, o las cosas materiales que poseía y eso empezaba a significar mucho para mí.
El día se pasó muy pronto, llovía y hacía frío, así qué decidimos meternos a la cama y ver alguna serie juntos. Lo sé. Lo sé. Acababa de conocerlo, me estaba apresurando, pero ¿Qué? Si el realmente quería cogerme y ya lo iba a aceptar, quizá eso hubiese ayudado de algún modo a que todo lo que empezaba a sentir desapareciera más fácil. Pero no. Él tenía que abrazarme con la ternura que nadie antes lo había hecho, hacerme llorar de la risa con apuntes de la serie que yo ni siquiera había notado, reír de esa manera tan viva y bonita cuándo algo le causaba gracia, preguntarme todo el tiempo si me sentía bien, llenarme de besos pequeños el rostro, mirarme cómo si fuese lily collins la chica que lo acompañaba aquella tarde lluviosa y no Dayleen, la niña que se había negado a la posibilidad de volver a querer y que empezaba a desprenderse de su armadura, como si yo valiese más que una follada de momento y un hasta luego.
Parece tonto decir, que a pesar de todo lo que estaba pasando aún no me habia besado y mi boca moría por probarlo, pero no sería yo quién tomaría ese primer paso, de ser por mí ya estariamos cogiendo en aquel sofá bonito de la sala, o en el baño, o ahí mismo en su cama. No me malinterpreten, me inspiraba más que eso, pero el magnetismo que me producía obligaba a mi cuerpo a repirmirse, a evitar tocarlo, ni querer sentirlo sin esas malditas prendas. Me atraía locamente de forma sexual, me estaba matando con esa sonrisa digna de revista, me perdía en su mente tan loca y diferente, tan mía, tan suya, tan nuestra.
Me besó, y sentí que el planeta daba vueltas demasiado rápido, y el corazón quería hacer piruetas fuera de mí, y mis demonios se aterraron, y yo, yo no podía estar más extasiada y feliz. 

JODER, TE QUIERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora