Luisa Hernández En El Bosque Sagrado

9. Los mágicos y normales no son tan diferentes.

Hora de levantarse, es mi primer día de clases, ante mi esta un mundo de posibilidades, ayer por la sorpresa no pude prestar atención a lo que pasaba y donde estoy, pero ¡estamos bajo el agua! No me lo creerán las ventanas que ayer pensaba estaban oscuras por la noche están sumergidas en lo que párese ser un lago o rio es como vivir en un acuario, las ventanas son enormes y hoy estoy de mejor humor, después de un baño y de ponerme mi uniforme tome mi varita, (nunca debo de olvidarla), mi mochila con mis libros y un par de pergaminos y un tintero con una pluma y un chocolate (me ponen de buen humor), algunas de mis compañeras siguen dormidas, y voy al comedor, tal vez pueda hablar con Júnior, o Francisco, ya que al resto no los conozco.

Mi gatita está dormida, después de tender la cama, baje a la sala común, ahora entiendo porque bajamos tanto la sala común tiene unos ventanales con unas figuras de cristal que se mueven, enserio, la del centro es una sirena que mueve su cabeza y su cola de derecha a izquierda en un compás hipnótico, a la izquierda esta una tortuga que entra y sale de la ventana nadando perezosamente, y a la derecha están una seria de peses que de no ser porque los trazos del cristal se ven diría que recién pasaron por la ventana, bajo la sirena esta una chimenea que mantiene calientita y acogedora la sala común, esta es muy grande, hay sillones verdes y color plata, hay una mesa para hacer tareas y una enorme pizarra incrustada en la pared, me dirigí a la puerta y después de caminar en línea recta y subir dos escaleras y después a la derecha una escalera y a la izquierda la otra, llegue a un pasillo que me lleva al comedor.

Es más temprano de lo que parece, me senté en la esquina de la mesa de los jaguares y observe durante un segundo, después frente a mi apareció un vaso de leche uno con jugo y un plato con cereal.

—Gracias—musite esperando una respuesta pero no apareció, todo aquí es resultado de la magia pero la comida se hace con magia, esta solo aparece si se lo piden, esto ayudaría mucho a la hambruna en el mundo.

—es temprano, para que ya estés lista—dijo una voz que nunca había escuchado, era un muchacho grande tal vez de último año, era un jaguar como yo, su pelo era negro y sus ojos verdes, moreno claro.

—pero ya pasa de las siete—conteste si poder retirar la mirada de su rostro.

—las clases comienzan a las nueve, a las ocho se sirve el desayuno.

—entonces la comida…

—los elfos están listos desde muy temprano y te atenderán cuando lo desees pero no debes deambular por la hacienda si no la conoces.

— ¿Me puedes aclarar algunas dudas?—le pregunte.

—si está dentro de mis posibilidades claro que si—contesto este y se sentó junto a mí.

—porque ayer después de que el sombrero me enviara a la casa de los jaguares todos se quedaron así.

—Huf… tienes dos apellidos, ¿eres mestiza?

—No soy normal.

—Como empezar, es lo que nos temíamos, el sombrero nunca se equivoca, pero en los más de doscientos años que tiene esta casa solo hemos tenido un mestizo, y el honor de nuestra casa ha sido quebrantado con tu presencia.

—Yo no escogí en que casa estar—proteste.

—Pero no quita el hecho de que seas muggle.

—Se supone que no deben llamarme así.

—se supone que la casa de los jaguares es de los sangre limpia.

—y entonces qué debo hacer.

—Irte y no regresar.

— ¿Por qué?

—si no lo haces, tendrás que asumir las consecuencias.