Capítulo III

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Un leve sonido a máquina averiada comenzó a notarse en el local. Una de las rendijas de ventilación comenzó a subcionar el aire del lugar. Las chicas lo notaron tarde, poco a poco, el mareo y la fatiga se apoderaron de ellas. La anciana permanecía delante de ellas, que se mantenían a duras penas de pie ante la puerta tirando aún del pomo inútilmente y más desesperada que nunca, impasible.
Intentaron mantenerse conscientes, al principio dando grandes bocanadas de aire, luego, con grandes dificultades llenaban sus pulmones el aire restante, en menor cantidad. Sentían el latir fuerte de sus corazones que se ralentizaba por segundo. Cayeron al suelo, la cabeza les daba vuelta. No sentían músculos que las sujetasen ni capacidad de movimiento. Kate se arrastró hasta donde estaba la anciana y le arrojó un jarrón con sus últimas fuerzas.
La mujer apartó el jarrón con una mano. Sofí abrió los ojos asustada. Kate sintió un odio profundo.
Sus ojos se volvieron húmedos. Vislumbraron por última vez la cara de la anciana antes de cerrar los ojos definitivamente y ver todo negro.
Tardaron poco en perder completamente la consciencia.

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Corrieron,pero era demasiado tarde. Llegaron a la casa, abrieron la puerta de una patada. Estaba destrozada por su interior.
-¡Hay que encontrarlas! - dijo enfurecido el hombre.
-Los amuletos no han funcionado, llevan demasiado tiempo sin ser activados-agregó la mujer.
-No podemos dejar que les ocurra nada-comentó Katherine preocupada.

Todos los presentes, exhaustos y horrorizados, temieron lo peor tras entrecruzar las miradas de espanto que se dibujaban en las caras.
Había vuelto. No estaban preparados.

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