5.- Una noche de Ángeles y Demonios 2/3

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La noche abrazaba el campamento de una manera voraz. La oscuridad sobre las tiendas tenía el aspecto de tinta cayendo sobre éstas. Las estrellas acompañaban a la Luna, iluminando el cielo nocturno. Y entre todo ese oscuro lugar, iluminada únicamente de forma natural, se encontraba Kale.

Éste pensaba en la nota, en la importancia que tenía sobre su vida. Su cabeza tenía precio, y eso podría significar más de lo que parece. Esos dos Ángeles que se presentaron a buscarlo claramente saben que es a él a quien buscan.

Su Marca estaba al descubierto y él ni lo notó. Tenía que hacer algo, porque sabía que si venían esos dos a buscarlo no iban a venir solos.

Los parpados de Kale comenzaban a cerrarse por el sueño que caía sobre él. Intentaba, en vano, hacer cosas para no dormirse. Caminó, se quedó pensando, hasta se puso a hablar solo, pero todo era en vano.

Miró a sus alrededores con la esperanza de ver si alguien estaba despierto. Para su suerte un hada que podría ser su salvación, por lo que lo llamó:

-¡Oye! -el hada volteó y lo miró con cierta sorpresa. Era hombre y bastante pequeño era su tamaño. Cabría completo la palma de la mano de Kale.

El hada se acercó lentamente, pero con seguridad. Era apuesto, con una cara lisa, perfecta y brillante como el mármol. Además de unos ojos de un azul eléctrico y uno cabellos negros peinados en puntas, siendo estas puntas del mismo azul eléctrico de sus ojos.

Llevaba una camisa de seda bastante pulcra para llevar días aquí. Tenía un chaleco de cuero con un reloj de bolsillo asomándose por uno de los bolsillos en el chaleco cerca del pecho. Tenía también unos pantalones de terciopelo y unas botas de cuero.

-¿Qué ocurre joven? -pregunta el hada mirando a Kale con una mirada fría y penetrante.

-Pues vera, quería ver si podía hacer guardia por lo que queda de noche -explica
Kale los más pausado que puede para verse su desesperación por dormir-. En caso de que no pueda…

-Descuida, joven, haré guardia. -interrumpió el hada a Kale. Luego el hada miró al cielo.

-Gracias -dijo Kale y se largó hasta la tienda.

-Espera un momento.

-¿Qué ocurre?

-¿Cuál es tu nombre?

-¿Para qué lo necesitas? -inquiere Kale mirando con desconfianza al hada.

-Te diré el mío entonces y así me dirás el tuyo -dijo el hada con una voz severa y seria-. Amber, ese es mi nombre.

Kale suspiró, miró al hada y dijo su nombre:

-Kale -dijo mirando con curiosidad al hada.

Era el primero que le preguntaba su nombre, porque Dennet, Demise y el Patriarca, parecían ya saberlo.

El hada se voltea indiferente de lo que piense Kale. Éste se fue hasta su tienda y cuando llegó la encontró desordenada; la había dejado así antes de irse.

Al fin y al cabo, podía hacer lo que le placiera pues había contribuido a ayudar la mayoría de elfos de Alf durante el último ataque, lo que le dio la oportunidad de tener su propia tienda.

Entró y se dejó caer de rodillas sobre las sabanas desordenadas. Empezó a temblar. Sus manos se tornaron sudorosas como si estuviera cerca de una fogata. Luego notó como si lo estuviera estrangulando. Se llevó las manos al cuello buscando algo que quitar de su cuello, pero no había nada

Sentía como el aire se iba de sus pulmones, como se iba su vida. Después de unos segundos de agonía, el ahorcamiento se esfumó, pero éste terminó por desmayarse.

El Legado Divino #PHAWARDSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora