Capítulo 4

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Despierto gracias a la luz que entra por mi ventana, me levanto de la cama como resorte, busco mis tenis pero no están donde los dejé, lo más probable es que Ximena los recogiera cuando me quedé dormida gracias al medicamento. ¡Ja! Eso no pasará, estoy hablando de Ximena mi hermana, esa mujer a duras penas levanta el plato donde come, así me esté muriendo ella no limpiaría mi casa.

Descalza voy a la cocina donde huele delicioso, esa si podría ser Ximena, ella si cocinaría algo para mi, pero dejaría los trastos sucios para que los lave cuando me sienta bien. Pero al llegar, no es mi hermana quien está ahí frente a la estufa cocinando, sino una mujer como de unos treinta y tantos años, rubia, de piel blanca y de cuerpo perfecto.

—buenos días señorita Atwater— sonríe mientras mueve lo que tiene en el sartén.

—ah... mmm... uhm... ¿nos conocemos?— niega.

—permítame presentarme. Soy Catalina Gibbs, el señor Ludlum me ha contratado para ayudarla, junto con Ava Smith—

—¿quien?— pestañeo confusa.

—buenos días señorita— dice detrás de mi una voz angelical. Volteo y está una mujer solo un par de años mayor que yo —soy Ava, el señor Ludlum nos ha pedido que no olvide el uso de sus lentes protectores— me tiende unos lentes y los tomo no muy convencida.

—okay. ¿Cómo es que entraron aquí? ¿Y quien es el señor Ludlum?— miro a ambas mujeres.

—Walter Ludlum— responde Catalina. Ya se de quien se trata.

—bien. Agradezco infinitamente su ayuda, pero no es necesario, por favor, les pido de la manera más atenta que salgan de mi casa— digo viéndolas.

—no podemos hacer eso señorita, trabajamos para el señor Ludlum, no para usted—

—¿disculpa? Esta es mi casa y yo mando aquí— me doy media vuelta.

Me voy directo al baño para asearme para después ir con ese hombre, ¿que se está creyendo? No puede enviar a mi casa personal sin mi autorización.
Murmurando entre dientes es como me baño, al salir me pongo un pantalón de mezclilla y tenis, junto con un suéter de estambre rosa pálido, se pillo mi cabello y lo trenzo como es mi costumbre. Las mujeres siguen aquí, y Ava le está dando alpiste a Amore.

Salgo a la calle y enfrente de mi casa está una camioneta negra. Esto tiene que ser una broma. Un sexy y guapo hombre baja de ella con una flamante sonrisa, haciendo que me dan ganas de decirle "tómame y hazme tuya" pero creo que me abstendré de ser una promiscua.

—buenos días señorita Atwater— extiende su mano y la estrechó sin pensarlo —soy Adam Rogers. ¿A donde la llevo?— a tu cama por favor.

—ha... ¿puedes llevarme con tu jefe?— pestañea confuso —por favor—asiente.

Abre la puerta trasera del vehículo, me hace una seña para que entre, lo hago, cierra la puerta y él entra del lado del piloto. Abrocho mi cinturón y el arranca.
El camino es acompañado por una suave melodía que me logra relajar, pero no lo hace del todo, siento que algo hierve dentro de mi, solo espero que éste sentimiento no me abandone y actúe como una cobarde.

Al llegar al gran edificio, Adam me abre la puerta, es un acto innecesario, soy perfectamente capaz de poder hacerlo sola, pero entiendo que es parte de su trabajo. Adam me acompaña a recepción, habla con la chica que ayer me dio el gafete. Después viene a mi pero esta vez no trae un gafete sino una pulsera verde.

—extienda la mano señorita— pide amablemente y lo hago. En mi muñeca pone la pulsera, la cual tiene un código de barras —este es su pase libre, puede ir a cualquier parte de la empresa, si algún guardia le pide alguna identificación solo debe mostrar su pulsera ¿entendido?— asiento —y por nada del mundo la pierda, ya que sin este pase la sacaran de la empresa sin importar lo que usted diga—

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