023| Disculpas.

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La insistencia de aquel individuo que parecía tener los dedos sellados al timbre lograba sacarme de quicio aún más, incrementando el nerviosismo que me apretujaba el estómago

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La insistencia de aquel individuo que parecía tener los dedos sellados al timbre lograba sacarme de quicio aún más, incrementando el nerviosismo que me apretujaba el estómago.

Aún sentía un patente cosquilleo en los labios, rememorando el roce de los labios de FP sobre los míos, al igual que cada centímetro de piel que fue inspeccionado por los ágiles dedos del muchacho parecía tener el recuerdo fantasmal de éstos.

¡Basta! Deja de pensar en eso.

Rememorar semejantes acciones lograba encender las brasas del momento que se había iniciado en mi habitación hace unos minutos. Maldije barbaridades entre dientes, saltando los escalones con rapidez y tratando de no hacer caso al golpe que se escuchó a unos cuantos metros en mi habitación.

El chirriante y metálico eco del timbre volvió a inundar las masas de aire, fragmentando hasta el último resquicio de paciencia que poseía.

Enredé los dedos en el pomo de la puerta, tirando bruscamente de ella para descubrir al impaciente desquiciado del otro lado de la puerta. Un jadeo incrédulo escapó de mis labios en el instante que quedé atrapada en una mirada celeste cargada de remordimientos.

Frente a mí tenía una visión caótica y desaliñada del habitualmente impoluto Hal Cooper. El cabello rubio color trigo que solía mantener impoluto se encontraba despeinado como si hubiese hundido los dedos en él en miles de ocasiones, sin tener el mínimo tiempo para arreglárselo después. Unas profundas ojeras enmarcaban sus ojos oceánicos que me contemplaban con cierta duda y ya no desprendía el aura de seguridad deslumbrante.

—Alice —exhaló con la voz tomada— Estaba loco de preocupación. He ido a buscarte a Pop's pero ya te habías ido y la cafetería parecía el escenario de una batalla. Pop no ha querido especificar pero sé que tu turno no había terminado y yo... me he temido lo peor.

Aspiré una ronca bocanada de aire, clamando por calmarme.

—Hal, no es el momento —repuse, cargando mis palabras con todo el resentimiento que acumulé hacia su persona desde el día de la cena.

Posé la mano sobre la puerta y el chico pareció reaccionar ante eso. Dio un paso hacia delante, impidiendo que pudiera despacharle.

—No —cualquier ápice de recelos e incertidumbre fueron sustituidos por una determinación feroz— Sí es el momento Alice. Me he comportado como un completo...

—... imbécil, niño de mamá, pusilánime. Apenas he empezado con la lista interminable de adjetivos cada uno peor que el otro que no logran equipararse ni un ápice a tu comportamiento —sacudí la cabeza sintiendo como todo aquello que me había guardado salía a la luz a traspiés.

Hal presionó los labios en una delgada línea e hinchó su pecho con pesar. Terminó de avanzar la distancia que impedía que nuestros cuerpos se rozasen. Fruncí el ceño con incredulidad y traté de retroceder pero me lo impidió sosteniéndome por la cintura.

Piel de serpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora