028| Bulldogs.

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El ruido de las gradas enardecidas era ensordecedor

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El ruido de las gradas enardecidas era ensordecedor. Gran parte de la ciudad se había congregado en el instituto para uno de los eventos deportivos más importantes de la temporada. El partido decisivo entre los Bulldogs y sus archi-rivales por excelencia.

Todo el mundo estaba expectante, deseoso por el comienzo de una jornada tan prometedora. Y el nivel de exigencia en las réplicas de Penélope aumentaban a niveles poco saludables incluso para semejante alimaña desprovista de empatía.

Terminé de abrocharme el uniforme oficial de las Rivervixen antes de revisarme en el espejo. En este era imposible adivinar mi turbulento pasado. Estaba igual de reluciente que cualquier chica bien de Riverdale con su sugerente vestimenta de animadora.

Me recogí el cabello en una coleta alta antes de posicionar un lazo en el centro de la goma y enfrentarme, de nuevo, al vestuario infestado del resto de equipo que se mordían las uñas con nerviosismo. Excepto, claro está, la magnánima pelirroja que se mantenía imperturbable, exhibiendo una delicada sonrisa de muñeca de porcelana con su espectacular melena suelta sobre los hombros.

Sierra Summer una joven de piel oscura y alocado cabello afro irrumpió en el lugar para dirigirse a la capitana. Entrecerré los ojos tratando de adivinar de que versaba aquella conversación confidencial antes de que un par chicas se interpusieran en mi campo visual.

Inhalé una generosa tanda de aire antes de salir de aquellas cuatro paredes que comenzaban a asfixiarme con el fin de echar un vistazo a la masa que bullía en el campo.

Los acordes de la banda llegaban a mis oídos, eran enérgicos, cargados de júbilos. Me mordisqueé los labios escrutando entre la multitud algún rostro conocido sin éxito. Estaba claro que esos eventos eran dominio exclusivo de los ciudadanos del norte de la ciudad.

Nadie del sur se mezclaría en semejante derroche de espíritu deportivo y esperanzas vacías, cuando debían luchar cada instante por la supervivencia de sus seres queridos.

Un ligero vértigo se apoderó de mi ante semejante pensamiento.

—Alice —susurró una voz a mis espaldas.

Me llevé una mano al pecho que se sacudía sin control debido al susto monumental que sufría.

—¡Tienes que dejar de hacer eso! —escupí entre dientes ante la socarrona sonrisa de Tom Keller— Te lo digo en serio. Deja de asaltarme por la espalda si le tienes algún aprecio a tu integridad física.

—Tiemblo de miedo, Alice Clark —se burló cruzándose de brazos.

Llevaba puesto el uniforme de fútbol y su cabellera castaña parecía más desordenada que de costumbre. Como siempre tenía un aspecto envidiable de chico correcto y educado, salvo por la mueca burlona que esbozaba ante mis improcedentes amenazas.

—Hay mucha gente, ¿verdad? —murmuró posicionándose a mi lado— incluso mi padre está aquí. Supongo que el vandalismo en Riverdale puede esperar un par de horas.

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