Narra Ana:
Le abracé tan fuerte que me dolían los brazos alrededor de su cuello. No sé cuánto tiempo estuvimos así...pero entonces noté en la mejilla su respiración, cálida y acompasada. Dos respiraciones. Tres. Cuatro. Yo ya no sabía lo que quería. Entonces oí que dejaba de respirar y un segundo después noté sus labios sobre los míos.
No fue como nuestro último beso, triste, urgente, desesperado. No fue como ningún beso que nos hubiésemos dado nunca. No fue como ningún beso que me hubiese dado con nadie. Fue tan suave como el recuerdo de un beso, tan dulce y con tanta delicadeza como si me hubiese acariciado los labios con las yemas de los dedos. Abrí la boca y me quedé quieta, era un beso tranquilo como un susurro, nada que ver con el grito desesperado de la última vez. Pasó sus manos por mi cuello e hizo un poco de presión con el pulgar en la piel junto a la mandíbula. Fue como una caricia que no me hizo pensar "quiero más", sino "esto es lo que necesito".
Todo en el más absoluto silencio. Creo que ninguno de los dos respiraba.
Marc se separó lentamente intentando mantener el contacto lo máximo posible y yo abrí los ojos a su encuentro. Tenía una expresión confusa, nerviosa, preocupada...como siempre, era la cara que ponía cuando algo le importaba.
Pasó el pulgar bajo la rozadura de mi mejilla y...
-Marc: Lo...siento.-dijo entonces mirándome fijamente.
Pero no sabía bien porque era esa disculpa. Si por la herida, por la agresión o por el beso. La cuestión es que durante varios segundos no supe que contestar.
Me separé intentando no parecer brusca y...
-Ana: Lo del portero de discoteca... ¿Ha sido cosa tuya?
Sí...esta mañana. Al llegar a la clínica había uno de seguridad en la puerta a pleno sol. En un primer momento y conforme me fui acercando no le di mucha importancia. Pero cuando fui a entrar y me siguió ya me dejó a cuadros. Y entonces este señor se presentó diciéndome que estaría conmigo durante todo el fin de semana y a donde fuera yo iría él. Claro está que no me pude negar y lo único que sabía Paolo es que había sido ofrecido por Dorna. Así que mi nuevo amigo me había acompañado durante toda la mañana, inclusive a recoger unos informes a la dirección del circuito.
Levanté la vista por encima de Marc mirando a mi "compi" al final del pasillo y esto fue suficiente para que Marc se girara. Sonrió de medio lado y me miró de nuevo.
-Marc: Bueno...puede que un poco.-dijo con una leve sonrisa rascándose la nuca.
-Ana: Ya veo ya...-salude con la mano a mi amigo y este inclino la cabeza en respuesta.
Se sujetó las correas de la cintura y se perdió por otro pasillo. ¡Al menos había captado el mensaje!
Miré de nuevo a Marc que me miraba expectante y entonces no pude evitar sonreír. Por raro que pareciese...tenía la sensación de que tanto él como yo no sabíamos como teníamos que comportarnos ahora. Nos habíamos besado...Sí...Pero también habíamos cortado hacia un par de meses y no estábamos juntos. Parecíamos dos extraños sin ninguna idea de que hacer ahora. Y de nuevo lo sentí...ese nerviosismo que me recorría entera cuando le tenía cerca.
-Ana: Gracias...
-Marc: Es lo menos que podía hacer...-dijo en una mueca desviando mi mirada.
Marc solo hacía eso cuando se ponía nervioso...cuando no quería decirme lo que realmente estaba pensando.
-Marc: Te diría que siento lo que ha pasado antes...pero estaría mintiéndote. Y te prometí en su momento que no lo volvería a hacer.
Y esta vez fui yo la que se puso seria...
ESTÁS LEYENDO
La casualidad más bonita del mundo. (Marc Márquez)
RomanceEsta es la historia de Ana Rivera una malagueña recién graduada en fisioterapia. Que por suerte o por desgracia tiene que abandonar su tierra y emprender una nueva vida en Barcelona. A los 6 meses dado su gran potencial deciden trasladarla a una Clí...