Cádaveres

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Yuri miraba atentamente el paisaje de la ventana mientras tarareaba una canción. De vez en cuando las notas se interrumpían por pequeños sorbos que le daba a su café. Estaba sentada en una silla de madera, su pierna derecha cruzaba por encima de la rodilla izquierda. Tenía puesto su viejo uniforme de la legión de reconocimiento. Sus botas, impecables, contrastaban con su cuidado pantalón blanco. Llevaba puesta la camiseta blanca no-oficial del escuadrón, la cual estaba remangada, eso permitía ver sus cicatrices. En su antebrazo izquierdo tenía una herida de unos veinte centímetros de longitud, había sido muy profunda. Su brazo izquierdo, en cambio tenía varias cicatrices, muy pequeñas, no llegarían a los diez centímetros. El cuello de su camisa, abierto, desvelaba la gran herida en su cuello.

Sí, tenía más marcas de guerra, muchas más, pero su ropa las ocultaba. A pesar de ellas, la joven no parecía espantada por la presencia de estas en su piel. Le preocupaba más perder movilidad debido a huesos rotos o perder la capacidad de luchar por golpes certeros en la cabeza, pero aquellas heridas, aquellas heridas representaban la presencia de la muerte. Ella, había estado allí, intentando llevarse a Yuri a su oscuro reino, y casi lo consigue.

Pero gracias a la rápida intervención de Hanji, Yuri seguía allí, entre los vivos. Pero, tenía la marca de la muerte por todo su ser, aquella dama pronto se la llevaría consigo. Aún así, antes de perecer Yuri tenía asuntos pendientes en el mundo terrenal, aún no había acabado con ellos.

- ¿Desde cuándo te gusta el café frío? – preguntó Hanji, la cual acababa de entrar por la puerta.

- ¿Mm? – Yuri no la había escuchado entrar.

- Llevas toda la tarde con eso en la mano, aún vas por la mitad. Seguro que está congelado – Yuri la miró con una cara tranquila y asintió. Hanji sonrió – Puedo traerte otro, si quieres – comentó. Yuri negó con la cabeza.

La más joven desvió la mirada de la ventana y la dirigió a la parte más oscura de la habitación. Había cuatro camas. Mikasa, Armin, Petra y Nanaba se encontraban en estas. Todos estaban dormidos, pero no convalecientes.

- Despertarán pronto – comentó Yuri – seguramente tengan hambre... ¿Aún no se ha acabado la pila de cadáveres?

- No... - suspiró Hanji- Aún no. Seguramente cuando ellos despierten se acabará.

- Demasiadas bocas que alimentar...

****

Levi golpeaba el aire. Lo hacía de forma rápida, imaginándose un blanco frente a él. Lanzaba puñetazos, patadas y demás a un punto fijo. Siempre el mismo. Yuri le miraba con atención, apoyada en la pared de la caseta. Se fijaba en el pequeño cuerpo del hombre. Podía llegar a ser tan ligero como una pluma, y tan veloz como la caída en picado de un halcón, pero sus golpes eran tan potentes que cortaban el aire. Sus manos semejaban ser filosas espadas que buscaban cortar carne. Llevaría unas tres o cuatro horas entrenando, quizá por eso se había quitado la camiseta. "Tendrá calor" pensaba Yuri. La joven supuso esto por la ligera capa de sudor que cubría el cuerpo del atleta. Ligeras gotas caían por su frente y por su nuca, que terminaban arrastrándose por su tonificado cuerpo. La mayoría de aquellas gotas morían en su cadera, después de atravesar el arduo viaje por sus pectorales y sus abdominales.

- Deja de mirarme – advirtió con rabia Levi sin cesar de golpear.

Yuri parpadeó ligeramente y se acercó con calma a él.

- ¿Molesto? – inquirió

Levi, en vez de contestar con palabras, lanzó una brutal patada a su cabeza, pero esta jamás llegó a su destino. Yuri fue mucho más rápida, y cuando Levi dejó su pierna en el aire, la joven aprovechó el poco apoyo que el joven tenía, y lanzó un contraataque. Se escabulló hasta encontrarse en la parte posterior del cuerpo de Levi y golpeó la parte trasera de su rodilla. Levi no pudo reaccionar y se comenzó a caer, pero logró parar la caída con sus manos, quedando en posición de flexión.

Shingeki no kyojin, los ghouls al acecho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora