El Titán acorazado

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Caminaba lentamente por aquel oscuro pasillo. Cada paso era un martirio. Agotada, sin apenas vida en su cuerpo, daba un paso, y otro, y otro, y otro. Su sangre caía de su labio lentamente, gota a gota. El sabor del metal recorría su lengua y apuñalaba a su mente el sentimiento de la tan cercana muerte. El sentimiento de notarla allí, junto a ella, en cada maldito poro de su piel, en cada maldita parte de su ser. Era real, finalmente, ella, la dama de la que tantas veces había huido estaba allí, junto a ella, recordándola que nadie ni nada podrá jamás huir de sus garras.

Su cabeza iba gacha, mirando al suelo de las celdas, frío, al igual que su abandonado corazón. Su cuerpo estaba sujetado por dos jóvenes cadetes que la sujetaban por sus musculados brazos. Tantos años de entrenamiento había conseguido que su cuerpo desarrollara cantidad de músculo, pero, de nada le servía ya esa simple cualidad. Ya no podía luchar. No podía luchar contra sus compañeros, contra sus amigos... No podía.

Al cabo de un par de minutos más, dejo de caminar, ahora estaba siendo arrastrada por los jóvenes, los cuales, llevaban sus pies deslizándose por encima del suelo, pero, la sujetaban de tal manera que pareciera que andaba sobre sus dos piernas. Ella, débil, cansada, triste, desolada, derrotada, acabada, no oponía la más mínima resistencia.

Unos minutos caminando, y de repente, dejaron el oscuro pasillo para adentrarse en otro con más luz. Sin previo aviso, los jóvenes, pararon en seco, y, con una de las mangas de sus camisetas, limpiaron bruscamente su labio.

- Darius no puede ver que la hemos torturado, a ese gordo le gustan las cosas justas – comentó uno de los jóvenes.

Segundos más tarde, siguieron caminando por aquel pasillo. A medida que sus pasos avanzaban, la luz comenzaba a reflejarse más fuertemente en las baldosas del suelo. Ruidos de pasos, metales, pequeños trotes, susurros, y demás, comenzaron a llegar a los oídos de Yuri. Estaban cerca de la puerta principal dónde se celebró su último juicio. El mismo lugar dónde se celebró el de Eren. Ese lugar estaba específicamente preparado para monstruos, o como mínimo, seres que la policía militar no podía controlar de una forma fácil y sencilla.

Finalmente, los jóvenes se detuvieron delante de una puerta. Puerta que la joven recordaba muy bien.

- Podéis pasar – comentó una voz cerca de Yuri, ella alzó la cabeza reconociendo al dueño de esta, pero, no se encontró con la expresión que esperaba.

Erwin la miraba de forma rabiosa, sus ojos clavados en el cuello de la joven, las cejas apretadas, y una mirada fría y con sed de sangre. Pero, eso no fue lo que más le interesó a Yuri, detrás de él, Petra.

La pelirroja la miraba con una expresión muy parecida, pero, algo dentro de su mirada no cuadraba. Sus ojos, en parte llenos de rabia, pero, a la vez, la miraban con pena y lástima. Yuri había decepcionado a Petra, otra vez.

Yuri sintió una gran atracción por Petra en cuanto la vio, y buscó llamar su atención de diferentes formas. Poco a poco consiguió adentrarse en el corazón de la joven, pero, durante el proceso perdió la cabeza por ella, aunque jamás comentó sus sentimientos de forma abierta con nadie. Petra, en cambio, ocupada en perseguir a Levi, jamás pensó en aquel fuerte sentimiento que la unía a aquella joven. La pelirroja no sabía que estaba enamorada de Yuri, estaba tan ocupada en la gran admiración que le tenía a Levi, que jamás se centró en aquellas mariposas que aparecían en su estómago cada vez que veía a Yuri. Pero, una vez que Levi comenzó a centrarse en Eren, los celos que debían aparecer en su ser, nunca llegaron. En cambio, cuando Yuri se marchó, el insomnio, la tristeza, la rabia y la impotencia se apoderaron de ella.

Shingeki no kyojin, los ghouls al acecho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora