Ella
Recuerdo que una helada melancolía se movía por mis venas, en esa vaga noche del otoñal Septiembre. Al desenfocar mi mirada de la tuya noté a mi alrededor que la luna ya no me alumbraba por la ventana de nuestra oscura habitación, que tus palabras no eran eternas y mi silencio no era reciproco.
Tú gritando, yo llorando.
Casi podía jurar que desde el otro lado de la habitación se podía oír tu voz exclamar y reclamar, se escuchaba claramente la historia de nuestra pelea, rogaba y susurraba al viento que te calmaras, pero tú no parabas de gritar.
Mi corazón estaba roto, mi alma desconsolada y mis palabras eran cristales que se rompían en fragmentos por el nerviosismo de mi voz. Ni siquiera podía escuchar estos fragmentos que salían de mi boca por la acalorada discusión.
Mi voz interna le rogaba a mi alma que dejara de quererte con todas esas ganas, pero mi alma no tenía otra respuesta que amarte sin cesar, mi voz interna no entendia como eso no podía cambiar. Me encontraba ahogándome en una batalla con mi propio ser, con esa mitad que te amaba tan profundamente como la parte oscura del mar azul y con la otra mitad que se amaba mucho más a sí misma que cualquier otra cosa en el mundo y el universo; al final de cada discusión interna sobrevivía la mitad eterna, la mitad bella, la de mi amor por ti.
Mi mente no me dejaba estar libre y fuera de esta batalla, llegó el momento que más temí, cuando levantaste completamente la voz y te seguías dirigiendo a mi, con cada paso, con cada espacio. De golpe cerré mis ojos y me fui de ahí, casi flotando al no sentir mis pasos sobre el suelo firme. Cuando por fin me detuve cerré la puerta que nos iba a dividir, encerrandome en la habitación para hundirme en la profunda oscuridad que me suplicaba que me dedicara a dormir.
Día tras día, noche tras noche, la misma historia de este reproche.
Tocabas la puerta con fuerza, con tantas ganas de derrumbarla, pero ya no te estaba escuchando y estaba dejando el miedo que me pudíeras estar causando átras.
"¿Hasta cuando ibas a estar aireado?", me preguntaba yo, "¿Cuando iba a parar de volver mis sentimientos en gotas que rodaran por mi piel?¿Hasta cuando este río iba a recuperar su cause y mis mejillas serían tierra desértica?"
No podía comprender, estaba asustada y tú estabas inseguro, sin mencionar que estabas completamente cansado de que te mirara, pero no entendías que lo hacía porque estaba sintiendo que ya no estabas más a cada segundo, por eso cada vez que volteaba mi mirada hacia donde creía que ibas a estar, solo lo hacía para confirmar que seguías ahí.
Muchas veces lo creí, que tal vez era mi miedo el que te empujaba hacia el barranco, no estaba muy segura de estar en lo cierto.
Los fuertes golpes en la puerta dejaron de sonar, dejando un silencio donde escuché como se resbalaba tu espalda del otro lado de la puerta hasta el frió suelo, solo nos separaba la orilla debajo de la puerta y el viento que pasaba a través de esta. Yo no tenía la culpa de este inconmensurable amor, tampoco tenía palabras para ti, pero lo que si tenía era miedo a no ser suficientemente buena para ti. Escuche tu suspiro e inmediatamente supe que ibas a hablar.
- Tenemos que parar.
Mi espalda fue recorrida por un escalofrío semejante a un relámpago en la tormenta, era como si me inyectaras miedo, así sin más, sin anestesia, sin temor a dejarme caer.
Había un encantador gusto en mi por el final de las peleas, como si supiera que después de esta tormenta mi arco iris se levantaría desde el suelo hasta el cielo. Me levanté para salir, dando pasos pequeños como si estuviera a punto de tropezar con mi tristeza; te tomé de la mano tal cual delicada porcelana y te ayudé a levantarte del suelo.
- Nadie nunca me va a querer por lo que soy, ni por lo que doy.
Bajaste tu mirada al decirlo, casi podía oír tu corazón llorar, me forzabas a querer gritar, ¿Por qué soltabas palabras como gotas de lluvia, para todos lados y sin pensar?. Sin darte cuenta que ahí frente a ti estaba la persona que más te quería en este universo, por todo lo que eras y por todo lo que dabas. La que había estado en todos los momentos donde te derrumbabas, a tú lado, tomando tu mano, era casi confuso como solo no me notabas, como si fuera invisible, como si no te importara. Ahí estabas rompiendo mi corazón con cada palabra, ahí estaba yo deseando gritarte en tu cara mi frase más pensada "Yo te quiero con toda mi alma, con todo lo que tengo, con toda mi vida si me dejarás". Ahí estaba yo, empujandome al dolor, como si con este no bastara. Solté tus manos, me alejé de ti y camine hacía afuera. Como si la vida quisiera que ese fuera el momento en el que me diera cuenta que mi cuerpo ya no daba para mas tristeza.
Justo cuando me iba a marchar tus manos, siempre frías, sostuvieron mi brazo un rato más.
- No te vayas, por favor.
Ni siquiera te mire, me quede de espaldas con los rizos de mi cabello cayendo por mi espalda como rayos de luz.
No exigía mucho de ti, al contrario, esperaba muchas cosas de mi misma para darte a ti, pero solo terminaba empujando mis límites demasiado. Porque siempre estaba yo, frente a ti, deseando ser la persona que escogieras, con lágrimas que llevaba ya tiempo guardando dentro de mi alma.
Aún sabiendo que por más que lo deseara con todo mi ser, no existía la remota posibilidad de llegar a ser esa persona, ni en ese momento, ni en un futuro cercano.
Me estaba rompiendo por dentro, me estabas rompiendo por dentro en pequeños pedazos con cada oración. Ya no quería encontrarme en más momentos como este en el que ya no sabía como levantarme, sin embargo, era lo que más quería.
¿A quién debía dejar ganar? A la persona que quería respirar de nuevo con facilidad, que quería reír y sonreír. O debía negarle esas glorias de la vida e irme por el otro lado con la persona que cargaba con todo este amor, mi amor. Al final las dos estaban de acuerdo en algo que ambas deseaban con todo fervor:
Que esta situación terminara pronto, antes de que no quedara ni un solo trozo de está chica.
Por eso fue que me levanté con las únicas fuerzas que quedaban dentro de mi y alzando mi voz te dije esas palabras, bajo la redonda brillante del cielo como testigo ante nuestros ojos.
- ¿Quieres que me quede?
Dejando que el aire escogiera entre las dos partes de mi. Porque ya no importaba que pasara después, lo único que importaba en verdad era que esto llegara a su fin. Que esta historia, mi historia, fuera la última en escoger.
Pero no nos adelantemos tanto.
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Heyy!! Diganme si les gusta mi historia, muchas gracias:))
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La Vida Que Nos Tocó Vivir // Wattys2019
عاطفيةSerían millones las veces que intentaríamos volver en el tiempo para cambiar algún error o evento que cambio el curso de nuestras vidas. - No te vayas por favor - me dijo con la voz un poco rota Lamentablemente yo no podía ir atrás y él no lo iba...