Capítulo 10.

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Querido Raoul,

Me gusta que finjamos que ser vecinos es suficiente comunicación y no utilicemos mensajes de texto porque me obligas a escribirte cartas. Solo escribí una carta, cuando era pequeño. La tiré al buzón sin sobre ni nada, así que supongo que los Reyes Magos sí que tienen magia. Algún día te contaré la historia.

No lo digo mucho, pero me gusta ver cómo el papel consume a la tinta. Es como rellenar una partitura, pero mucho más complicado. Algún día te hablaré de esto también.

El caso es que son casi las nueve y Nerea me ha echado bronca dos veces ya, la primera por no saber hacerle trencitas (ha tenido que hacérselas Glenda) y la segunda por... bueno, espero que esto te haga sonreír: dice que tus desayunos son mejores que los míos. Unos cereales con leche le han parecido aburridos.

No sé si creérmela, seguro que me tiene tirria por ser el nuevo y haberos roto la rutina de dormir los dos juntos en la cama. No me la creo, así que vas a tener que demostrarme que tus desayunos son tan impresionantes como para que a una niña le apetezca enfrentarse a alguien.

Aprovecho para darte la horrible noticia de que hoy no voy a poder estudiar contigo... lo sé, pequeño, escucho tu corazón romperse desde el pasado en el que estoy escribiendo esto (o, por lo menos, espero que no te hayas alegrado).

La buena noticia es que estaré donde siempre, cuando siempre... porque me gustaría que se convirtiera en otro "siempre". Ya sabes, lo de contarnos cosas inútiles hasta que la propia luna nos pida que nos callemos.

Si quieres, me cuentas qué tal el examen. Si no, te hablo de música. O de lo que quieras.

Agoney.

PD. Roncas.

Raoul no sabe que Agoney acaba de dejarle una carta en su escritorio. Agoney no sabe que Raoul se aferra al recuerdo de su abrazo para evitar escuchar la ajetreada discusión entre Elena y Quique cargada de términos biológicos que no ha podido estudiar.

- Y qué más dará que me sepa de puta madre esta parte si puede que me caiga la que no me he estudiado – dice Quique, dejándose caer al suelo, resbalando por la puerta del aula que todavía no está abierta.

- No infravalores al azar, puede que hoy tuviera pensado estar de tu lado y ahora se haya arrepentido – la voz de Elena se gana una mirada incrédula con cejas levantadas incluidas por parte de Quique.

- ¿Y quién cojones quiere al azar de su parte? Yo quiero a alguien que me cuide siempre, no solo a ratos.

Raoul disfruta con el rosado que pinta las mejillas de Elena. Se hace un silencio tan tenso que se ve obligado a hacer algún comentario.

- Pues ya va haciendo frío, ¿no?

Son pocos los impulsos que no le incitan a darse un cabezazo a sí mismo contra la pared. Le encantaría, por una vez, decir algo ingenioso pero no humillante en los silencios necesitados de ruido.

- Lo normal – Quique se encoge de brazos.

- Sigo durmiendo con la ventana abierta – añade Elena.

- ¿Qué dices? Yo voy ya por el edredón.

- Es literalmente octubre. No hace frío.

- Quedan pocos días para noviembre. En noviembre ya es legal cantar villancicos y todo eso.

Raoul, contento de que su comentario estúpido haya salvado un poco la situación, vuelve a escabullirse en su mente.

LAGOM: not too little, not too much. Just right. (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora