CAPÍTULO 18. Refugio clandestino

1.7K 166 0
                                    

-¿Estás preparado?- preguntó con cierto recelo.

-¿Tú no?- respondió Jake no queriendo demostrar demasiado los nervios que le carcomían por dentro.- Será mejor que salgamos pronto o se nos hará tarde.

Emma asintió firme con la cabeza, y sin preámbulos tomaron sus mochilas cargadas con distintos tipo de materiales en caso de peligro. Toda precaución era poca.

                                 •     •     •

Una vez accedieron al interior de las minas tras haber burlado la atención de los trabajadores, esperaron impacientes a la llegada de su amiga Cristine escondidos tras unos arbustos que quedaban justo al lado de la puerta principal.

-Espero que no tarde en llegar..., ¿crees que le habrá ocurrido algo malo, Jake?. O peor aún, ¿habrán descubierto su plan y por tanto a nosotros?.

-Vamos Emma, cálmate- soltó con exasperación.- No seas dramática. Cristine no tardará en llegar. Nos hizo una promesa y ella siempre cumple con su palabra. Te aseguro que todo irá bien.

Aquel sin duda fue un vago intento de amenizar la situación, sin éxito. Estar en aquel lugar, en peligro, buscando información de forma ilegal... era algo que no la tranquilizaría tan fácilmente.

Pero, en cuestión de segundos sus miedos desaparecieron al ver a lo lejos como una larga cabellera ondulada de color azul se aproximaba veloz hacia ellos. No cabía la menor duda de que era ella.

-¡Cristine!- exclamó Emma llena de alegría sin poder evitarlo.

-¡Shhh!, ¡idiota, baja el volumen o nos pillarán!- replicó Jake inmediatamente.

Ambas amigas se abalanzaron en un enorme y gratificante abrazo de esos que cortan la respiración y te llenas de una inmensa sensación de paz.

-Cristine, te he echado mucho de menos- pronunció su amiga con total sinceridad.- Han pasado nueve años, sé que te debo una explicación. Verás, no ha sido nada fácil...

-Emma- interrumpió ésta.- Yo también te he extrañado mucho estos años; y créeme que estoy deseando charlar contigo sobre muchas cosas, pero ahora no es el momento idóneo. Deberíamos irnos a un lugar más seguro para poder hablar. Venid, seguidme.

La joven guió a sus dos amigos a hurtadillas para evitar ser vistos por los guardias de vigilancia hasta llegar a una puerta metalizada totalmente cubierta por largas hojas y ramas de los arbustos, pasando inadvertido por los transeúntes de la zona.

Con sigilo, abrió la puerta que con cuidado intentó que no chirriase a causa del desgaste y de un ligero golpe empujó a ambos hacia su interior. Una vez todos dentro, la oscuridad se cernió sobre ellos. No podían ver absolutamente nada, ni una pizca de luz.

-Es por aquí, ya os acostumbraréis a esto. Guiaros con las manos, levantadlas e ir tocando la localización de la pared para no chocaros contra ella. Llegaremos pronto a otra sala.

Obedeciendo a las órdenes de la irreconocible sargento Cristine, palpaban con delicadeza cada roca y piedra incrustada dentro del muro.

Conforme se aproximaban, veían como una ligera claridad se iba haciendo visible poco a poco, facilitándoles el camino.

Llegados un punto, Cristine localizó una cuerda que colgaba vertical del techo del muro y tirando de éste, una bombilla tenue que parpadeaba se encendió iluminando un poco la oscura galería.

-Aquí estaremos a salvo. Nadie de fuera sabe de la existencia de este refugio. De ser así, estaríamos jugándonosla muy seriamente. Confío en vuestra discreción.

-Por supuesto, cuenta con ello- respondió Jake seguidamente a su afirmación.

-Tú no es que seas precisamente de fiar, sigues siendo un Strauss a fin de cuentas..., pero qué más da. Si habéis venido hasta aquí y habéis arriesgado tanto es porque necesitáis nuestra ayuda. Y no os la negaremos, al menos no yo.

Elementos II : La guerra de dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora