5.- La muerte.

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¡Ay! ¡Qué dolor que me duelen, tus besos, tu ausencia! ¿Quién la curará? ¡Ay! ¡Qué me lleve la muerte con ella! No quiero vivir si no estás.

El amor que Tsubaki sentía por Ayato era difícil de arraigar. Namjoon sentía el pasado de la muchacha cada vez con mayor fuerza. Al parecer, la chica se negaba a olvidar al joven y dolía. Dolía demasiado para ambos.

Claramente, NamJoon podía sentir la cercanía de Tsubaki, pero era imposible poder sentir su corazón. Pues a cada paso que daba, retrocedía sin querer y al mismo tiempo dos más. No tenía la convicción para hablar sobre sus sentimientos y francamente ya estaba harto de ser solamente un amigo.

Pero ¿Cómo era que debía avanzar? La historia que Tsubaki había escrito con Ayato aún continuaba tangible y sabe Dios cuando comenzaría a cerrarse. Nam era una simple mancha y lo sabía y era horrible y era todo lo que no quería que fuera. Pero lo era y era una mierda.

El día que la madre de la chica llegó a Corea, NamJoon decidió que no iría al hospital a verla. Creía que inmiscuirse en un momento tan íntimo como ese, además de ser grosero, era incómodo y lo que menos le gustaba era la incomodidad.

Entonces, ahí se encontraba nuestro NamJoon, sentado en el gran sofá que había en la gran habitación de SeokJin. Jin estudiaba para su examen de titulación y Nam sabía que debía de hacer lo mismo, pero su mente se encontraba en otro sitio.

Jin se dedicaba en cuerpo y alma a los libros de texto, mientras que desobligado, NamJoon fingía leer, aunque no había cambiado de página en más de veinte minutos. SeokJin se giró para mirar al muchacho, porqué definitivamente resultaba un poco extraño no haber recibido alguna clase de pregunta referente al libro. Suspiró.

— Es mi imaginación o esa página de verdad es difícil de leer.

NamJoon se giró para ver al muchacho y esbozó una débil sonrisa.

— Pregúntame lo que quieras. Creo que avanzaré más sí lo haces. — Declaró.

SeokJin ladeo el rostro y puso los ojos en blanco, Se puso de pie y sin ánimos tomó el libro de texto. Caminó hasta el sofá y se sentó enfrente del chico.

— Bien... comenzaré con lo básico supongo.

NamJoon se encogió de hombros.

— Easy.

— Ok... entonces comencemos con lo de último grado.

NamJoon suspiró. Jin arrojó el libro.

— Ok, tengo que estudiar, pero no puedo porque tu cara de pedo me tiene harto. — Espetó. — A ver, dime que te sucede.

NamJoon lo miró desconcertado. Negó.

— ¿Sucederme?

— Hombre, no digas que no, porque tengo un sexto sentido.

El moreno comenzó a reír.

— ¿Cómo mi madre?

— Así es... ahora habla.

Para empezar, NamJoon no sabía ni que era lo que le preocupaba. No sabía si solamente era víctima de un mal de amores o nada más la extrañaba. Una vez más, se encogió de hombros y negó.

— Quisiera decirte algo, pero la verdad es que no sé... Enamorarse es una maldita vasca asquerosa hija de perra.

— ¿A sí? Creo que no hay mucho problema con respecto a eso. Porque terminaré casándome con la mujer que me de mi padre. Pero sí me enamoro de alguien, voy a luchar por ella.

— Entonces ¿Qué sugieres que haga? — preguntó.

Jin formó un rictus y ladeo.

— Precisamente eso...

— ¿Qué?

— Luchar. Sí uno no pelea no gana. Según el diagnóstico, Tsubaki se quedará en Corea por mucho tiempo. No pueden darla de alta todavía y trasladarla a un hospital japonés cuesta dinero. A su familia le conviene tenerla aquí ¡Qué caray! Nada más un baboso sacaría a su hija, tras escuchar que todo será gratis.

El menor asintió, prestando especial atención a lo que SeokJin decía. Era interesante escuchar al joven argumentar. De golpe, cerró el libro de texto y abrazó al muchacho.

— Eres como mi madre. — dijo.

Jin lo golpeó.

— Vuelve a llamarme madre y te la parto.

(****)

Con un gran y repentino ánimo de continuar, NamJoon salió de la escuela a prisa y se dirigió al hospital para encontrarse con Tsubaki. Como una calcomanía, tenía dibujada una gran sonrisa en el rostro que remarcaba su par de hoyuelos. Y el chico no se daba cuenta, pero a su paso, dejaba un par de miradas seductoras.

Al llegar, NamJoon caminó sin detenerse hasta la habitación, tocó la puerta y cuando le permitió la entrada una voz que no conoció, abrió.

Ahí, sentada sobre su cama, Tsubaki se veía más radiante que nunca. Una sonrisa despreocupada y unos ojos acuosos le dieron la bienvenida y con una mano la joven le pidió acercarse.

A un costado de la cama, se encontraba sentada una señora de mediana edad que parecía ser el vivo retrato de la muchacha. NamJoon le dedicó una reverencia y la saludó. La desconocida hizo lo propio y de pronto, Tsubaki habló:

— Madre, él es el chico que tanto me ha ayudado. — Declaró.

NamJoon negó.

— Oh, no, no. Yo solamente haría lo que cualquier persona.

— Kim NamJoon-san. Ambos sabemos que eso no es verdad. — La señora se puso de rodillas para agradecerle al joven.

Tsubaki abrió los ojos sorprendida al tiempo que NamJoon le pedía que se levantará.

Al hacerlo, la señora asintió.

— Mi hija ha tenido demasiada suerte al haber caído en sus manos. Se lo agradezco infinitamente. — Reverenció una vez más. —. Mi nombre es Fushisawa Aoi.

Nam sonrió.

— Mucho gusto, Fushisawa-san. — Sonrió. — ¿Es así como debería decirle? Espero no ser maleducado.

La madre comenzó a reír.

— Aoi-san está bien.

Nam asintió.

— Entonces llámeme NamJoon. — Pidió y sorpresivamente el miedo que había sentido anteriormente, desapareció. 

Be my medicine |KNJ|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora