—¡¿Podés dejarme en paz un segundo?!—grité, agarrando mi cabeza.
Estaba demasiado irritada.
Emanuel había venido hasta mi departamento para hablar conmigo sobre algunas sesiones de fotos y no sé que otras cosas más, y al final me terminó hablando sobre Paulo y que es lo que tenía que hacer con él cuando fuéramos a cenar juntos.
—No me dejás de joder con este tema, sé perfectamente que es lo que tengo que hacer, además es una simple salida, todavía no pienso firmar ese contrato—me senté en el sillón y lo miré con cansancio.
—Disculpame. Es que es algo importante para tu carrera, Fiamma—y empezó de nuevo.
No le presté nada de atención a lo que dijo después de eso. Al parecer este hombre no entendía. Fui hasta la cocina para prepararme un café y opté por ignorarlo, hasta que escuché el ruido de la puerta cerrarse.
Puse mi serie favorita en el televisor del living, me acosté en el sillón y me dispuse a verla ahí durante lo que restaba de la tarde, hasta que se hiciera la hora de prepararme para la cena con Paulo.
(...)
Me miré por tercera vez en el espejo. Aquel vestido no terminaba de convencerme, pero Paulo ya vendría a buscarme y no iba a tener tiempo para cambiarlo. Retoqué mi maquillaje y después me puse perfume.
Estuve unos cuantos minutos así, hasta que escuché mi teléfono vibrar. Era un mensaje de él, avisando que ya llegó. Di un largo suspiro, ¿por qué sentía tantos nervios? Se supone que es como una salida por trabajo, nada más de eso.
Dejé de pensar tanto, no lo quería hacer esperar tanto tiempo. Tomé mi pequeña cartera para salir del departamento después de haber cerrado con llave. Bajé por el ascensor y finalmente abandoné el edificio.
Ahí estaba Dybala, apoyado contra el auto y acomodando sus mangas. Pude ver que en su muñeca derecha llevaba puesto un reloj que parecía ser muy costoso y vestía un elegante traje negro que le quedaba demasiado bien. Levantó su vista y me miró de arriba a abajo hasta que me sonrió.
—¿Lista?—me preguntó, acercándose. Me dio un beso en la mejilla en forma de saludo y yo no pude hacer otra cosa más que asentir.
Me abrió la puerta, me senté en el asiento del acompañante y él hizo lo mismo. Había quedado algo embobada al verlo, en verdad es muy lindo.
Empezó a manejar y no pude evitar mirarlo de reojo.
—¿A dónde vamos?
—Me comentaron de un restaurante que está muy bueno en el centro de la ciudad—responde y yo vuelvo a asentir.
Que estúpida. ¿Por qué no me estaba animando a hablarle? No quería que esto fuera algo incómodo, además quería conocerlo un poco más, saber como era fuera de lo que los medios decían sobre él. Iba a aprovechar esta cena para hacerlo, después de todo era lo único que podía hacer en esta salida.
