Iban a ser las once de la noche y Dybala estacionó frente a un lujoso restaurante, era uno de los mejores y más costosos que habían en Los Ángeles y me sorprendí un poco, aunque supongo que era algo de esperarse de una estrella como él.
Ambos nos bajamos y con una sonrisa, entrelazó mi brazo con el suyo de una manera algo graciosa para empezar a caminar hasta la entrada del lugar.
—Bienvenidos—un mozo, que al parecer hablaba español, nos saludó e hicimos lo mismo.
Nos indicó donde podíamos sentarnos, era una mesa que estaba al lado de la ventana y con unas decoraciones que me parecieron muy lindas. Una vez que nos sentamos, empezó a hablar.
—No quería hacer esto tan formal, pero fue lo que Franco me pidió que hiciera para las cámaras—comentó.
—¿A vos también te dijeron lo que tenías que hacer ahora?—le pregunté, dando un suspiro frustrado.
—Si, es cansador tener que escucharlo permanentemente hablar del tema.
—Me pasa lo mismo—digo y me sonríe.
Ordenamos la comida y Paulo pidió una botella de vino. Conversamos, él me contaba de su vida en Argentina, sobre su familia y claro que también sobre el fútbol. Es un chico muy humilde y agradable.
—Hay un periodista afuera—informó y yo miré disimuladamente. Al parecer nos estaba tomando un par de fotos—. De todas formas hacé como que no te diste cuenta, va a ser mejor.
Y la cena transcurrió mejor de lo que me esperaba.
Hablamos de un montón de cosas y pude conocerlo un poco mejor, que era lo que quería. El tiempo pasó rápido y ya eran casi las dos de la madrugada así que decidimos irnos, igual no podíamos quedarnos por mucho más ya que el restaurante iba a cerrar.
De camino a mi departamento, fuimos en silencio pero no era incómodo, hasta que decidió romperlo.
—¿Firmarías el contrato?
Y tengo que admitir que aquella pregunta me descolocó y me dejó pensando durante varios minutos. No tenía una respuesta. No había pensado mucho sobre eso durante el rato que estuve con él, me divertí tanto con Paulo que hasta puedo decir que me olvidé del maldito contrato. Aunque la cena fue por ese motivo después de todo.
—No lo sé—fue lo que respondí—. ¿Y vos?
—Yo tampoco.
Y es que era algo complicado. No podía decidirlo de un día al otro, menos teniendo tantas dudas en mi cabeza y tampoco sabiendo que íbamos a tener que mentirle a muchas personas.
Llegamos a mi departamento y detuvo el auto.
—La pasé muy bien con vos por más que esto haya sido por algo de trabajo—me dijo.
—Yo también la pasé muy bien, Paulo—sonreí.
Lo saludé con un beso en el cachete y entré a mi departamento, ¿por qué me sentía tan bien de repente?
