Sentimientos indescriptibles

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Mi cuerpo se siente agotado, creo que he corrido una maratón, porque mis piernas y mis pulmones me duelen intensamente, además de que mi cabeza da vueltas; el antiguo árbol nota mi situación y me explica que cuando nuestros seres se conectan para escapar a la realidad nuestra energía es absorbida, por eso nos deja agotados, y esto es una mala señal por que poco a poco mi ser se desgastara, impidiendo que pueda volar, escuchar y trasladar a los espíritus de este lugar, y lo más seguro es que tarde aún más tiempo en cumplir con mi misión.

Con esfuerzo me aparto del árbol y deambulo por este lugar horrendo, y siento como las cadenas que cuelgan de mi cuello pesan más que antes; es así que en varias ocasiones la bruma me llama, a veces susurra, a veces grita, a veces hay llanto, ha pasado bastante tiempo, y los frascos de mis cadenas están todos llenos, una sensación de paz me invade, sé que es momento de llevar a estos espíritus a la fuente así que a pesar de lo complicado que resulta cargar las cadenas, agito mis alas con fuerza y me levanto sobre las nubes de bruma, cruzo el mar de fuego hasta llegar a la fuente; ya en ese lugar de uno en uno destapo los frascos y los vierto en aquellas aguas cristalinas, en algunas ocasiones los espíritus , similar al vapor de agua se levantan por esa especie de chimenea llena de luz, siento como formas humanas se elevan, dirigen sus miradas hacia mí, noto en ellas sonrisas, hasta que se confunden con la luz intensa; pero a veces el agua cristalina de esa fuente hierve como una olla colocada en una hoguera, desvaneciendo a los espíritus que intentan escapar de ésta, lentamente se desvanecen entre sollozos, hasta que esa esencia desaparece; después de haber vertido el último espíritu siento que las cadenas que cuelgan de mi cuello ya no pesan demasiado, entonces por un momento reposo en aquel lugar, se siente una extraña calma, contemplo la fuente cristalina, este sitio se parece a la realidad a la que me trasladé cuando anteriormente me conecté con ese árbol viejo.

No sé cuánto tiempo paso hasta que me di cuenta que debía volver, no lo quise hacer, pero los susurros me llamaban, así que en contra de mis deseos levanté el vuelo y regresé al valle oscuro. Nuevamente atrapaba a cada espíritu que me llamaba, una y otra vez reencarnaba en la vida de los seres que posaba en los frascos que colgaban de mis cadenas, vidas ejemplares, otras desordenadas.

Habían seres muy particulares, porque a pesar de no creer en religiones o filosofías de vida, ayudaban a quienes lo necesitaban, se desprendían de lo que tenían para entregar a los más necesitados, sin esperar que alguien más reconociera sus acciones; pero también habían seres que seguían, sea una religión, un clan, una filosofía y aun así estaban más perdidos, más desubicados, y a pesar de pregonar con orgullo sus creencias, a pesar de juzgar con severidad a sus semejantes; en los momentos cuando ninguna mirada los veían, quebrantaban sus leyes, se vendían a cualquier vicio sin importarles nada.

Muchas veces sentí el desprecio de las miradas de quienes se creían mejores que "mí" , sentí como un pequeño bocado de pan era como comer el mejor menú del mundo, sentí como una pequeña moneda valía más que todo el oro del planeta, sentí el rechazo de una sonrisa, el dolor de unos pies descalzos, sentí que a pesar de estar rodeado de muchas personas, para estas yo era invisible; cuando les hablaba se volvían sordos, cuando les ofrecía una mano, de una forma extraña desaparecían; sentí el frio de la noche, como este se calaba profundamente en mis huesos, muchas veces lo sentí, hasta que un día esta sensación desapareció, al igual que mi ser.

Sentimientos intensos me invadían, odio, dolor, locura, paz, alegría, nostalgia, confusión, miedo, coraje, duda, tranquilidad; incluso algunos que no tienen un nombre especifico se apoderaban de mí, algunos de ellos me confortaban, pero otros desgastaban mis fuerzas. Jamás sentí que esto era monótono, porque cada ser humano guardaba un universo dentro de sí.

En cierto momento escuche una voz, dulce, tierna, hermosa, similar al sonido de una caja musical, me llamaba, con oraciones me buscaba; sentí como un hechizo se apoderaba de mí, y como una pluma de un ave que juguetea con el viento llegué al lugar donde este espíritu me esperaba; ahí estaba, un ser con un brillo extraordinario, emanaba un calor que envolvía cada una de las fibras de mi ser, entre este brillo pude distinguir unos pequeños ojos cafés, unas mejillas blancas donde se pintaban con un color rosado, y una sonrisa única, la que me hipnotizaba; un cuerpo pequeño, frágil, casi como una muñeca del más fino y delicado cristal se acercaba a mí.

Envolvió sus brazos en mi ser, en ese instante toda noción conocida se esfumó, flotaba en un mundo donde la perfección habitaba en cada rincón, en cada espacio incluso en el vacío; aquello solo se puede comparar con un atardecer en el mar, la melodía más hermosa escuchada nunca, se sentía como si un chocolate se derritiera en la boca, como si en una tarde de lluvia te cubrieras con mantas calientes mientras por el cristal se ven las gotas caer desesperadas al suelo, como si se masticara lentamente un pan caliente, como si se escuchara el crujir de las hojas secas al pisarlas, igual que sentir el agua caliente caer en la espalda luego de un día muy agitado, igual como sentir el beso de tu verdadero amor, el beber de sus labios el más dulce vino que embriaga hasta desfallecer, ese beso que provoca que millones de estrellas fugaces crucen el oscuro cielo como si se tratasen de fuegos artificiales creados por los mismos Dioses; similar al escuchar la respiración agitada de dos amantes despojados de toda su vergüenza, todo aquello y más, todo aquello multiplicado por el infinito, eso es lo que sentí cuando aquel pequeño ser me abrazó.

Correspondí a ese maravilloso gesto, por un prolongado tiempo sentí que nuevamente mi corazón latía, como otra vez la vida me movía, después levanté mi cabeza y vi como los tres ángeles que me ayudaban nos rodeaban inquietos.

Este pequeño ser se apartó de mí y con su tierna voz me dijo: ¿hola, tú eres mi ángel de la guarda? ...

Aquel camino sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora