Capitulo 29

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Domingo por la mañana. Mi despertador empieza a sonar y yo solo tengo ganas de tirarlo por la ventana y dormir. Quien si no querría una comida "familiar" con tu hermano, tu mejor amiga, tu vecino que está de okupa y los respectivos padres de los novios, mis padres y los padres de mi mejor amiga.
Ya me diréis vosotros que pinto yo aquí, y más todavía si yo no pinto nada, que pinta aquí Nebot.

Maldito Madrid, maldito hospedaje y maldita semana.

—Valeria.— Entró mi padre tocando dos veces la puerta abierta que se encontraba en mi habitación. —La comida será a las dos de la tarde, tendrás que estar preparada para las dos menos cuarto como muy tarde, y nada de escaquearse, ¿vale?

—Si señor.— Dije firme con un tono gracioso.

—Y arréglate, por favor.— Dijo saliendo por la puerta.

—Como si yo nunca me arreglase.—Dije levantándome de mi cama y dirigiéndome al baño para asearme.

Mi plan de hoy era fácil, tenía pensado salir a desayunar SOLA y volver para las doce y media para que me dé tiempo.
Cogí una camiseta y unos pantalones cortos acompañados de unas deportivas y bajé las escaleras con velocidad para que no se me hiciera tarde. Recogí mi pelo informalmente en un moño y alargando mi mano cogí las llaves de mi pobre y abandonada moto.

Dios hace mucho que no conduzco a mi bebé.

Acompañada de mi casco, las llaves tanto de mi casa como de mi moto y mi móvil salí de casa con rapidez.
Me monté en la moto y la arranqué para conducir por la carretera hasta llegar al famoso Starbucks que solía visitar con Ana antes de que ella se liase con mi hermano.

Una avalancha de recuerdos empezaron a llegar a mí.

—¿Cómo?

—Que estoy viendo a mi ex.

—Y a que esperas vamos a tu moto.

—Vamos.— Dijo cogiéndome de la mano.

Nos dirigimos a su moto cuando...

—¿Carlos?— Escuche una voz detrás nuestra.

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Al rato Ana llego a mi casa y salimos a por mi moto.
Nos montamos y fuimos a un starbucks, ella bajó y compro lo de siempre.
Yo mientras la esperé en mi moto viendo las redes sociales, a los pocos minutos llego Ana con los dos batidos.
Arranqué mi moto y nos dirigimos al instituto.

Una pequeña risa se me escapó nada más llegar allí,
bajé de mi moto y me dirigí hacia el local que había frente mis ojos. Una vez entre me empecé a fijar en todos los detalles, no había cambiado nada, los asientos al lado de la ventana con una o dos rajas del uso, los asientos al lado del aseo como siempre vacíos y toda la cafetería a reventar, y como punto y final ese olor a bollería recién hecha.
Me acerqué a la barra para poder pedirme algo para desayunar. Me fijé en que había una cola, me posicioné en ella mirando a toda la gente que la ocupaba.

Al principio de todo una señora de pelo rubio con un vestido azul marino ajustado al cuerpo y un maletín, ella esperaba taconeando la punta de su zapato. Al lado de ella cogido de la mano había un niño pequeño de unos cinco años vestido con un polo verde y unas bermudas azules ajustadas a él con unos tirantes que pasaban por sus hombros uniéndolo al pantalón. Detrás de ellos dos chicas morenas con camisas a cuadros, vaqueros cortos y una larga oscura melena suelta esperaban tranquilas su turno. Delante de mí se encontraba un chico de unos dos o tres años menos que yo, con una camiseta blanca y unas bermudas vaqueras rotas.

La típica chica ruda ||Cupito||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora