Una horrible respuesta

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Habían pasado dos semanas de clases, y ésta chica aún no me la podía quitar de la cabeza.
La miraba desde mi asiento y me intrigaba más su manera de caminar, de sonreír, de hablar, de expresarse.

Desde niño, por todo el bullyng que viví, tuve que aprender a ser el mejor de mi clase. Mis boletas siempre tenían dieces, ni un sólo nueve. Siempre fui el mejor en todo, desde que entré a la Secundaria: el mejor en manualidades, en cocina, en deportes, en las asignaturas, en música. Yo siempre fui el mejor, hasta ahora.

El nombre de ésta chica era Rosa Carina Montés Rodríguez, y lamento decir que ella me superó en todos mis dones.
No me había dado cuenta que ella era mi compañera en todas las asignaturas, y ella siempre participaba, entregaba tareas, era puntual e incluso empezó a ser popular en el grupo ya que ella les ayudaba a los compañeros de clase.
Realmente me sentí ofendido por esto, pero al mismo tiempo me alegraba saber que había alguien con quién competir después de haber esperado tantos años.

Me dispuse a saber más de ella (sin descuidar mi rendimiento académico) con los compañeros que más se le acercaban a ella. Todo lo que quería saber iba bien: le gustaba cualquier tipo de flor blanca, los vestidos, el maquillaje, las Matemáticas, las Ciencias, leer...

-Pero creo que tiene novio- dijo Jorge con un tono triste.

Me quedé helado, como si me hubieran hechado agua fría para despertar de mi maravilloso sueño.

-Dicen que es un chico de veinte años- prosiguió- y que es militar.

-¡Por supuesto que no!- interrumpió Julio- dicen que ella anda con un famoso músico, que es una estrella de Rock alternativo muy popular entre las chicas.

-¿Cómo saben que tiene novio?- dije un poco preocupado.

-Los rumores nunca faltan en las escuelas- contestó Jorge- pero la hemos visto con un joven alto y curpulento entrar con ella al Taller de Música, y dicen que él es su novio.

No sabía qué decir, ni qué hacer. Mi cabeza daba vueltas y vueltas al asunto. Quería vomitar, llorar y golpearme a mí mismo.
¿cómo pude haber pensado que, una chica tan perfecta como ella, no tendría novio? Tal vez ese fue mi error; no pensé siquiera si ella tenía novio o no.

-Buenos días jóvenes- dijo el profesor de Matemáticas, sacándome de mis pensamientos.

...

No quería quedarme con la intrigosa duda de si ella tenía pareja o no, así que al terminar las clases comencé a seguir a mi joven dama hacia su Taller.
Esperé a que ella entrara al edificio para después de unos minutos entrar yo.
Nunca había espiado o seguido a una chica, o algún otro ser humano. Estaba mi corazón palpitando muy rápido, como si hubiera corrido muchos kilómetros. Al entrar no me topé con una agradable respuesta ante mi duda.
Ahí la vi, abrazada con ese sujeto alto, con piel morena, cabello largo despeinado, musculoso, con ropa de metalero y de buen rostro. Lo vi besando los dulces labios de mi joven dama. No, más bien, lo vi besando los dulces labios de mi compañera de clases.
Sólo me di la media vuelta y me retiré hacia mi casa, donde estaba seguro que lloraría hasta quedar dormido.

...

-He vuelto, querida Ángela- dije llamando a mi única amiga y compañera que habitaba tanto en mi casa como en mi vida.
Debajo de la cama salió una hermosa gatita siamesa recibiéndome como de costumbre.

Mientras hacía la tarea le contaba a Ángela mi día.

-...y me vine completamente decepcionado, pensando que tal vez lloraría todo el día sin parar, pero me alegra que no haya sido así- dije por último. De repente, sentí una mirada un poco enfadada, así que giré mi cabeza hacia Ángela y, como lo había pensado, ella era la que estaba muerta en rabia.

-¿qué pasa, Ángela querida? ¿por qué estás tan molesta?

Traté de cargarla entre mis brazos, ella se resistió demostrando su desprecio que tenía hacia mí. Me puse a pensar qué era lo que había molestado tanto a Ángela.

-¿no te gusta verme así?- le pregunté como si ella fuera a responderme.

Obviamente los gatos no hablan con humanos, porque ellos saben que los humanos somos muy inferiores a ellos y no entenderíamos el excelente lenguaje que ellos tienen, pero a pesar de que no hablaba, parecía que si lo hacía, y sentía que eso era lo que le molestaba.
No sabía qué hacer para encontentar a mi querida Ángela, así que sólo ignoré su presencia pensando en qué podía hacer para quitarle su enojo mientras terminaba mi tarea.Gracias a Dios ya era Viernes, y tenía todo un fin de semana para arreglar las cosas con Ángela, sin ver ni pensar en Rosa...

Rosa...

El Novio PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora