Frío cálido

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Antes de llegar a la escuela me compré un café muy cargado, por culpa del insomnio de anoche- que realmente eran los maullidos y los gritos de Ángela desesperada por salir de su jaula.
Mientras más avanzaba, más frío sentía golpear mi rostro. Era de esos días raros que en la mañana hacía un frío de Dios, y en la tarde un calor del Diablo.
Sentía mis manos más heladas que en otras ocasiones; mi cuerpo no era el más apto para ese tipo de climas. Y yo había creído que, como el día anterior desde la mañana había hecho mucho calor, ese día sería igual, y llevaba un pantalón negro entubado, con una camisa blanca sin mangas y un suéter muy ligero negro.

A duras penas pude llegar al salón, ya que apenas si podía mover mi esqueleto.
Me senté y me acurruqué en la pared, tratando de darme calor a mí mismo. Jorge y Julio llegaron a mi lugar, y notaron mi problema.

-Julio, quítate tu suéter- dijo Jorge mientras él se quitaba el suyo.

-¿q-qué ha-ces...?- dije titiritando de frío.

-¿qué más genio? Se ve que tienes mucho frío- contesta Jorge poniéndome su suéter en mis piernas.

-¿estás enfermo?- pregunta Julio mientras me pone su suéter en mi espalda.

-No- contesté abrigándome con lo que me habían dado- s-sólo que el f-frío no es m-muy mi ami-amigo.

-Se nota- afirmó Jorge- te hubieras traído más suéteres, o tal vez un abrigo.

-Ahora no podrás besar a tu novia. Si la besas la vas a contagiar- dijo riéndose Julio.

Ambos se rieron burlones, mientras yo hacía lo posible para darles un puñetazo.

-Ahora vuelvo- dijo Jorge- voy por mi mochila para darte mi gorro y mis guantes. No tardo.

Mientras esperábamos a Jorge las chicas del salón comenzaron a acercarse a mí preguntando si estaba bien, o si mi novia me había contagiado. Yo, amablemente, les respondía con la verdad: sólo el frío y yo no nos llevábamos muy bien, y que no tenía novia.

-¡¿en verdad?!- preguntaban todas casi al unísono, que era un tanto escalofriante.

-Por supuesto.

-¿y Rosi?- pregunta una de ellas.

Me ruboricé con sólo escuchar su nombre.

-Me gusta- contesté viendo hacia la puerta- pero por ahora no quiero tener una relación de ningún tipo, no hasta saber si lo que siento es verdadero.

En ese momento llegó Rosa junto con Andrea, y al instante de haber entrado ambas voltearon hacia mi lugar.
Llevaba un pants azul oscuro junto con un abrigo negro. Estaba sin maquillaje y con su cabello suelto. Abrió los ojos sorprendida y se acercó.

-¿qué tienes?- me pregunta empujando a todos los que estaban alrededor mío.

-Nada- estornudé demostrando lo contrario.

Tocó mi frente con su tierna y cálida mano, abriendo nuevamente los ojos asustada.

-¡tienes mucha fiebre!- dijo casi gritando- ¡tienes que volver a casa!

-Pero...¡Achú!...estoy bien...

-¡Claro que no!- toma mi mochila- ¡Muévete! ¡vamos a tu casa!

Jamás la había visto tan preocupada por mí, tampoco tan autoritaria, mucho menos tan decidida.
Gracias a la ayuda de Jorge y Julio pude recobrar el calor.

-Llévate mi suéter- dijo Julio- cuando regreses a clases me lo devuelves.

Rosa tomó mi mano y salimos juntos del salón, ella enfrente mío, jalándome.

-Tengo que ir al baño- dije completamente ruborizado y con vergüenza.

Ella se detuvo, y volteó hacia mí, soltando mi mano, sonriendo algo apenada por la declaración que había hecho.

-Ve

...

Al salir sentía muchas ganas de vomitar, me dolía la cabeza y no sentía mi cuerpo.

Me recargué en la pared, tratando de respirar correctamente, ya que me sentía muy agitado. Rosa se acercó a mí (estaba recargada esperándome en la pared de enfrente) y preguntó preocupada.

-¿estás bien, Franki?

No pude soportar verla así, sólo tomé sus manos y le contesté.

-Estoy muriendo- mientras le sonreía, tratando de que pareciera una broma.

-Yo te revivo- dijo mientras ponía su frente en mi pecho, tratando de calentar mis manos con las suyas.

Puse mi barbilla en su cabeza.

-Estoy muerto, Rousse.

Ella alzó su mirada, poniendo mis manos en las bolsas de su abrigo, para después abrazarme sin dejar de mirarme con esos mágicos ojos suyos.

-Yo te revivo, Franki.

Cerró los ojos y se acercó lentamente hasta mis labios, donde yo no hice ni un movimiento para que el beso fuera perfecto, y lo fue.

Me besó con una ternura que desconocía totalmente de ella.
Sus labios eran más cálidos que su mismo cuerpo.
Sentía cómo mi temperatura se empezaba a elevar junto con mi pulso.
El perfume que llevaba ese día era verdaderamente provocador. Tenía un cierto aroma que comenzó a hacerme sentir extraño.
No pude evitar meter mi lengua en su boca, entonces abrí los ojos asustado de que ella me diera una bofetada (pues en ocasiones anteriores, por piropos inapropiados que le había dicho, ella me había golpeado) pero resultó que ella acercó su cuerpo más al mío, empezando a jugar su lengua con la mía, y al notar esta reacción volví a cerrar los ojos, dejándome llevar por el momento.
Ella sabía cómo besar, y cómo hacer sentir a un hombre extraño.
Sentía como mi corazón estaba a punto de salir de mi pecho.
Sentía en ese momento querer comerme toda su boca, y si se podía, a ella también.
Ambos, cansados de tanta acción, abrimos los ojos separándonos lentamente uno del otro.

-¿me llevas a mi casa Rousse?- dije poniendo mi frente en la suya.

-Si Franki- dijo dándome un tierno beso en los labios- y me vas a presentar a esa tal Ángela eh.

Reí divertido por aquello.

-Si querida- dije separándome de ella y buscando mi mochila.

Ambos comenzamos a caminar, ella tomada de mi brazo y yo felíz de ir así con ella.
"¿tanto me gusta que la he llamado así? No. No es que me guste. Me estoy enamorando de ella."

El Novio PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora