Escapando de la ciudad

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El reloj de la mecedora sonó, eran las doce del mediodía. Probablemente, Antoine no lo escuchó. Estaba muy compenetrado en la televisión. Se le paralizaba el corazón. Sintió mareos. Le faltaba el aire en los pulmones. Tres personas, solo tres personas le estaban produciendo esas sensaciones. Las palabras que salían de sus bocas tapadas dejaban paralizado a Antoine. La guerra civil había sido declarada.

-¿Qué hago ahora?¿Cómo me salvo?- Pensaba Antoine en voz alta,

Él estaba preocupado. Antoine era profesor de geografía en una secundaria de Montepellier. Excelente profesor, muy reconocido en el ambiente escolar de la ciudad. Sin embargo, gran parte de su reconocimiento era debido a su gran participación en el sector izquierdista del colegio.

Antoine se había quedado sin trabajo debido a sus ideas. En la mayoría de las escuelas de Montepellier (entre ellas en la que trabajaba Antoine) el gobierno había colocado directores derechistas, con el objetivo de limpiar el sector de la izquierda, y tener una educación similar al ideal de Frank.

-Necesito escapar, van a perseguirme- Antoine comenzaba a sudar de los nervios.

Preparó rápido su equipaje. Tomó las llaves del auto y se marcho. Mientras el ascensor bajaba, pensaba por donde podría escapar. Tal vez, si iba hacia el oeste... No, debía escapar del país. Hacia España. Excelente lugar. Además, Antoine tenía un viejo amigo en Barcelona, podría llamarlo y pedirle una habitación.

Llegó el ascensor a la planta baja. Antoine se dirigió a la puerta de la cochera, no sin antes echar un vistazo a través de la puerta de vidrio que llevaba a la calle. Rápido se escondió. Había un tiroteo de gran magnitud justo en frente de su casa. Un estallido se escuchó en el hall. Antoine se asomó. Un hombre, vestido de negro de los pies a la cabeza, había sido lanzado en dirección del edificio. Parecía malherido. Antoine intentó ayudarlo.


-¡Dame la mano!- Exclamaba Antoine.


-¡Cuidado!- Gritó el individuo.

Una bala atravesó todo el hall teniendo como destino el brazo de Antoine. Otro proyectil alcanzó al hombre, en medio del intento de levantarse para recibir la ayuda del, hasta ese momento, desconocido para él.

Antoine abrió la puerta de la cochera, bajó las escaleras y tomó su automóvil. Abrió el portón y salió a la calle. Afortunadamente, al arquitecto de que construyó el edificio, se le ocurrió la idea de que los autos estacionados en la cochera salgan por el callejón que había detrás de la edificación donde Antoine vivía. Las calles estaban colmadas de autos, gente encapuchada. Algún que otro policía disparando al aire. Claramente, era más rápido escapar corriendo que en auto. Antoine abandonó su vehículo en plena avenida y se dirigió a hacía la vereda.

Algo le empezó a pinchar en el brazo izquierdo. Era la herida de bala que tenía en el brazo. Se había olvidado de ella. Necesitaba sanarla con algo. Por suerte, a unos veinte metros había una farmacia. Se dirigió a ella.

La puerta estaba cerrada con llave. Sin embargo, notó que una baldosa de la vereda estaba rota. Por lo tanto, tomó el trozo de piedra y lo lanzó contra la puerta de cristal.

-¡No nos haga daño, por favor!- Exclamó una empleada del local.

-Tranquila, no le haré nada. Solo, deme algo para sanar esta herida- dijo Antoine,con una mano en alto, con el objetivo de calmar a la chica.

-¿Eres de la izquierda o de la derecha?- Preguntó la chica.

Antoine se puso nervioso de repente. ¿Qué debía responder? ¿Y si era lo contrario a lo que la chica pensaba? Pero debía responder. Así que tomó valor y respondió:

-Iz... Izquierdista.

-Está bien. Adelante pasa.

Fue inmenso el alivio que Antoine sintió. Camino hasta una pequeña puerta que había en un costado, y ambos pasaron a un cuarto que había al fondo. Allí guardaban la mercadería. La chica le mostró una silla a Antoine, donde él podría sentarse.

-¿Cómo es tu nombre?- Preguntó Antoine.

-Florence. Perdón si te puse incómodo con la pregunta de antes. Es que me enteré de la guerra. Hay que tener mucha precaución. Tranquilo. Yo también soy de izquierda. Bueno, en realidad a mi no me gusta la política, pero mis padres son izquierdistas también. Me contagiaron sus ideales- Pequeña risita-. A ver, déjame ver tu herida.

Antoine le mostró el brazo. Florence le suturó la herida y le colocó una venda.

-Lo siento, es todo lo que puedo hacer. No soy cirujana. Esa bala deberá permanecer ahí hasta que encontremos un médico.

-No hay problema- Antoine movió hacia abajo la cabeza en forma de agradecimiento- Oye, tengo una idea. ¿Quieres venir conmigo? Antes de llegar aquí estaba escapando de la ciudad. No es muy recomendable quedarse. Pronto las calles estarán colmadas de policías derechistas.

-Está bien, pero debemos apurarnos.

Ambos se dirigieron a la calle. Cuando se encontraron en ésta, se echaron a correr como si de una maratón se tratase. Cuando divisaban un policía o algún patrullero, rápido se escondían detrás de los autos.

De esta forma llegaron en cuestión de una hora a un pequeño barrio, de casas bajas, en el límite de la ciudad. Allí, la situación estaba un poco más tranquila. No había tanto tránsito como en el centro. Sin embargo, la población era menor en esa zona y la mayoría eran derechistas.

En un momento, Antoine notó que Florence se dirigía hacia una casa.

-¿Qué sucede?- Consultó Antoine.

-Es la casa de mis padres. Ven, espero que te agraden- respondió con una sonrisa Florence.

Subieron los tres escalones que habían en el frente. Florence fue la encargada de golpear tres veces la puerta. Nadie contestaba. Volvió a hacer lo mismo. Todo seguía igual. Antoine notó que un pequeño papel sobresalía entre el marco de una de las ventanas y la pared de madera.

-Mira esto, Florence. ¿Será de tus padres?- Antoine extrajo el papel.

Florence lo leyó una y otra vez, muy detenidamente. Antoine se asomó, pero lo único que veía eran líneas en los renglones.

-Se han ido- susurró Florence-. Este es un código que tenemos en mi familia, para estos problemas.

-Pero, ¿a donde se han ido?- A Antoine todavía le costaba entender el código.

-A un pueblo cerca de la frontera.

No hubo una sola palabra más. Los dos regresaron a la calle y continuaron su camino. Una vez que llegaron a la carretera, se propusieron encontrar algún rancho en el cual puedan pasar un par de días.


Héroe: Antoine LeGocqDonde viven las historias. Descúbrelo ahora