La patrulla

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Caminaron aproximadamente una hora a la costa de la ruta, con el objetivo de alejarse de la ciudad. Se adentraron en un camino de tierra. Ahora empezaba una misión muy difícil: encontrar una casa, o aunque sea un rancho abandonado, para sobrevivir unos días; o tal vez, la guerra entera.

Allí estaban, dos vagabundos caminando en medio del campo. Sin un rumbo definido. Sin comida. Con apenas una botella de agua. Fue entonces cuando un miedo impresionante dominó su mente, ¿y si la noche se alzaba sobre ellos y aún no encontraban lugar donde acomodarse?¿Qué iban a hacer? Sin embargo, Antoine se calmó. "Todo va a estar bien", pensaba.

Pasaron unos quince minutos desde este ataque de nervios de Antoine, cuando un ruido de motor se escuchó en la calmada atmósfera del campo. Florence voltio a ver que ocurría, aún así, Antoine no prestó atención.

-¡Antoine, ven, escóndete!- Exclamó Florence, tomando de un brazo a Antoine.

Ahora sí, Antoine voltio a ver qué era lo que emitía ese ruido. Una camioneta de la policía se dirigía hacia donde ellos estaban. Ambos se metieron entre los juncos que había a un costado del camino. Notaron que podían pasar entre el cerco alambrado, sin ser vistos. Hicieron esto lo más rápido que podían. Sin embargo, cuando pasaron al otro día, se encontraron con un campo de soja siendo cosechado. La mitad del torso estaba a la vista.

Sin voltearse a ver si la patrulla seguía allí, se echaron a correr por el campo. Las chauchas secas de la planta de soja le cortaban la piel de las pierna a Antoine, que llevaba pantalones cortos.

Unos zumbidos empezaron a sentirse a los costados de Antoine y Florence. Pensaron que eran moscas o abejas. Pero cuando, desde el vendaje de Antoine salió una lluvia de sangre, se dieron cuenta de que las moscas en realidad eran balas.

Sin hacerle mucho caso a la herida, los dos individuos siguieron adelante. Florence tuvo la excelente idea de esconderse detrás de la cosechadora que había delante de ellos. Esto hicieron. Las balas empezaron a sonar contra el metal de la máquina. Antoine notó que a su izquierda había un tractor. Todo parecía preparado para que ellos escaparan.

-Ven, Florence. Mira ese tractor- dijo a los gritos Antoine, debido a que poco se escuchaba por el ruido que causaban las balas al impactar con la cosechadora.

Ambos fueron hasta el tractor; agachados para reducir la posibilidad de que una bala impacte contra ellos. Entraron a la cabina.

-Deja que conduzca yo. Siéntate allí atrás, y agáchate- le indicó Florence a Antoine.

La mujer empezó a hurguetear en la cabina en busca de las llaves. ¡No estaban! Sin embargo, Florence no se preocupó. Abrió una pequeña puertecita debajo del volante.

-Pásame esa navaja, Antoine- le pidió Florence a su compañero, señalando el instrumento.

La chica empezó a hurguetear entre los cables, cortando algún que otro, conectándolos. De pronto, el motor empezó a sonar con toda la furia. Florence apretó el acelerador y giró en sentido contrario al que estaban los policías. Parecía que todo salía bien, cuando una bala impactó en el motor, aunque no imposibilitó el escape de las dos personas.

Salieron a otro camino de tierra, pasando por encima el alambrado. Antoine tomó unos binoculares que estaban en el suelo y miró hacia adelante. Una casa de dos pisos, a un kilómetro más o menos, se podía divisar.

-Tú sigue adelante- le indicó Antoine a su compañera.

Héroe: Antoine LeGocqDonde viven las historias. Descúbrelo ahora