Rumbo a París

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  Estaba todo listo para el viaje. Los tanques de gasolina de las dos camionetas estaban cargados. Cada soldado, incluyendo a Antoine, llevaba dos AK. Todos tenían ocho cartuchos, tres granadas y un arma de repuesto. Si había algo que no les iba a faltar, era armamento.

  En las camioneta cargaron un par de botellas de agua, un poco de comida y un mapa para cada vehículo. Listo, ya estaban listos.

  Antoine iría acompañado de Tristan y Evans, mientras que Ulysse, Mathilda, Zéphyr y Mike viajarían en la otra camioneta. Los soldados prefirieron no despedir a la comunidad, para que esta no se pusiera nerviosa. Quien sí se hizo presente en la partida de los valientes hombres, fue Abélard.

  El abrazo entre Antoine y Abélard se hizo muy prolongado. Parecía que el anciano susurraba algo en el oído de su amigo, pero fue imposible para el resto escuchar. Luego de esto, partieron rumbo a la base militar.

  El viaje fue tranquilo, sin ningún sobresalto. Debido al aburrimiento, a Antoine no se le ocurrió mejor idea que la de repasar el plan, a través de los comunicadores portátiles.

-Recuerden- dijo serio el general-, dejaremos las camionetas a un kilómetro. Mike, tú te quedarás en el vehículo. Cuando yo te dé la orden, cortarás la luz. Será en ese instante cuando mataremos a los guardias y abriremos la puerta, que siempre está sin llave. Recuerden que en la banquina será donde esperaremos.

  Antoine hizo una breve pausa. Luego, retomó el relato:

-Aquí es donde entras tú en acción, Tristan. Nos subiremos a un Dassault Rafale  que hay al lado de la puerta. Lo conducirás hasta afuera de la base y usaremos la ruta como pista. Una vez que salgamos de la base, Mathilda, Ulysse y Zéphyr, escaparán en la camioneta que Mike traerá. 

  Justo cuando Antoine terminó de explicar todo, Ulysse le advirtió que ya se encontraban a un kilómetro. Detuvieron los vehículos, sacaron todo el armamento, y partieron hacía la base. Mike quedó allí, en medio del campo desierto, intentando cortar la luz de una base militar con apenas una computadora portátil.

  Durante el corto camino, nadie dijo una sola palabra. Un silencio profundo envolvía el campo. Pero este silencio fue desapareciendo a medida que se acercaban a la base. Cuando estuvieron a unos pocos metros, se escondieron el la banquina.

-Ahora, Mike- susurró Antoine, dándole la señal al hacker.

  De pronto, todo se puso oscuro. La luz se había ido. Era el momento. Antoine apenas silbó, para que los demás lo siguieran. Mathilda y Zephyr mataron a los guardias, mientras que Antoine, Evans y Ulysse se dirigían directo a la puerta, para abrirla. Tristan y el general entraron a la base para tomar el primer avión que vieron. 

-¡Rápido Tristan!- Gritaba Antoine.

  En un abrir y cerrar de ojos, Antoine y  Tristan estaban volando rumbo a París, mientras que Mathilda, Ulysse, Evans  y Zephyr regresaban con la comunidad, en la camioneta que Mike conducía.

  Probablemente, se preguntaran cómo es qué las fuerzas armadas no respondieron ante éste robo. Pues ese fue el as bajo la manga de Mike. Reportó un avistamiento de enemigos en la otra puerta. Además, el que no hayan atrapado a los izquierdistas fue mérito también del resto del equipo, que actuó con una increíble rapidez. Para cuando los franceses se percataron del robo, la camioneta se había alejado lo suficiente para perderlos de vista, mientras que Antoine y Tristan ya estaban volando, rumbo a París.

Héroe: Antoine LeGocqDonde viven las historias. Descúbrelo ahora