Hechos desafortunados

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Antoine despertó primero. Eran cerca de las diez. Se levantó de la cama para dirigirse a la ventana, y correr las cortinas. El cielo estaba despejado. Pensó en salir a cazar, pues, no podían alimentarse por meses con comida enlatada.

Se vistió y bajó a la cocina, con intenciones de prepararse un desayuno. Encontró en la alacena una caja con sobres de té. Hirvió un poco de agua en una pava y se lo preparó. Para comer, cortó unas rodajas de pan, para untar con jalea de frambuesa.

Una vez sentado en la mesa, comenzó a pensar cuando y porque había sido abandonada la casa. Claramente, quienes la habitaban escaparon por la guerra; ya que, la condición de los alimentos delataba el tiempo que éstos llevaban en ese hogar.

Terminado su desayuno, subió a su habitación para tomar el Winchester y las cajas con balas. Era hora de ir a cazar. Pero, ¿a donde?. Antoine salió afuera a revisar cual era la mejor dirección en la cual podría conseguir, aunque sea, una liebre. Detrás de la casa, a unos quinientos metros, se alzaba un monte. Tal vez ahí encontrara algo. Sin embargo, antes de partir, entró de nuevo a la casa a tomar una bolsa, y dejarle una nota a Florence. Hecho esto, emprendió viaje hacia el monte.

Para llegar al lugar donde Antoine había decidido ir, él debía atravesar un largo campo de trigo. Durante el trayecto, pensaba en como iba a poder pasar por la frontera. Seguro el Estado había cerrado por completo éstas. Tal vez podría atravesar el mar mediterráneo, como inmigrante ilegal. Aún así, faltaba mucho para que esto sucediera.

Pasados unos veinte minutos, en los cuales Antoine se lo pasó planificando su escape de Francia, algo se movió entre el trigo. Al ver que, lo que fuere aquello, se empezó a mover de lugar con mucha rapidez, Antoine se echó a correr.

Y así estuvo unos cinco minutos, de una dirección en otra, intentando atrapar al animal. Fue en un momento, cuando se encontró en un claro. Allí no había podido crecer el trigo debido a las condiciones del suelo. Lo vio, Antoine pudo ver al animal. Era una liebre. Cargó su rifle y disparó. La mató.

No había llegado al monte y ya tenía una liebre. Una era suficiente para dos personas, sobretodo, debido al tamaño de ésta.

Cuando estaba llegando a la casa, algo llamó la atención de Antoine. Un ruido, como de motor. Él pensó: "debe ser Florence. Tal vez pudo arreglar el tractor". Pero lamentablemente, no era así. Antoine se dio cuenta de esto cuando ya estaba a simplemente diez metros de la casa. A la altura de la tranquera, se estaba yendo una patrulla. El hombre se echó a correr dentro de la casa, buscando a Florence.

-¡Florence!¡Florence!- Exclamaba sin respuesta alguna-. Malditos.

Tampoco estaba en su cuarto, ni en el baño, ni en la cocina, en la sala de estar o en el comedor. Se la habían llevado. ¿Pero cómo los encontraron?¿Cómo? Antoine no podía hallar la respuesta. Lo único que sabía, ante su estado de desesperación, era que debía irse rápido de allí.

Subió a su recámara a preparar una pequeña maleta. Se inclinó sobre la mecedora que estaba al lado de la cama, para tomar una remera que allí había dejado. Un crujido del suelo de madera se sintió en la habitación. Aparentemente, Antoine no lo escuchó debido a su ansiedad y nerviosismo. De nuevo se sintió ese ruido, ahora más cercano a Antoine. Éste lo escuchó, y voltio su cabeza y cuerpo para ver que era lo que generaba ese ruido. Pero lo único que consiguió fue negro. Todo se puso negro de repente, y Antoine cayó tendido sobre la cama. Alguien le había golpeado en la cabeza.

Héroe: Antoine LeGocqDonde viven las historias. Descúbrelo ahora