Reencuentro

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Y allí estaba Antoine, tirado en la tierra, simulando su muerte. Miró a su alrededor, con esperanzas de que alguien siguiese con vida. Pero nadie parecía haber sobrevivido a la lluvia de balas de los derechistas.

Se acostó boca arriba para ver entre los matorrales. Las camionetas se habían ido. Entonces, sin preocuparse por si algún enemigo estaba escondido, tomó su AK y se incorporó. Caminó hasta el borde de la islita, cuando un llamado llegó hasta sus oídos. Su corazón se llenó de alegría. El no era el único sobreviviente.

-Ayu... ayuda Antoine- decía la voz, un poco adolorida-. Soy Tristan.

Antoine, sin pronunciar una palabra, ayudó a Tristan a levantarse. Caminaron, como antes había hecho Antoine, hasta la costa. En uno de los costados, hacia el cual se dirigieron, la distancia entre la islita y jardín del museo era menor, por lo tanto eligieron ir por ahí.
Caminaron, y caminaron, sin encontrar nada ni a nadie. El campo estaba desolado.
Sin embargo, luego de una hora de frustrada caminata, cuando ya estaba por anochecer, una mancha se divisó en el colorido horizonte.
-¿Que será eso?- Preguntó emocionado Tristan.
Empezaron a caminar más rápido, para poder alcanzar a lo que sea que fuera esa mancha. Tristan se llevó las manos a la boca para gritar, pero Antoine lo detuvo.
-¿Estás loco?- Preguntó Antoine con una mirada severa, dirigida a Tristan-. Podrían ser derechistas.
Pero no fue así. Cuando se encontraban a unos doscientos metros, se dieron cuenta de quienes eran. Estaban salvados. Allí estaba Abélard y el resto de la comunidad.
-¡Abélard!- Gritó emocionado Antoine. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
Se reunieron con el resto del grupo y se saludaron, con afectuosos abrazos, besos, y alguna que otro poema. Volvían a estar en familia.
-Vamos al museo que está a un par de kilómetros de aquí. Allí les contaremos lo que pasó con el resto del grupo- dijo Antoine agachando la cabeza
Abélard comprendió en seguida lo que Antoine iba a narrar. Y se dió cuenta aún más cuando vio, con la poca claridad que quedaba, el enorme agujero en una pared del museo, y la laguna apenas teñida de rojo, por la sangre de los izquierdistas.
Serían cerca de las tres de la madrugada. Hacía frío, el cual entraba por el gran agujero en una de las paredes del museo, generada por el RPG. Unos pasos se sintieron cerca de donde Antoine estaba dormido. Era Abélard.
-Oye Antoine- dijo susurrando-, debo decirte algo. Ven conmigo.
Casi en puntas de pie, para no despertar a nadie, caminaron hasta afuera.
Deambularon por el jardín, en silencio. Finalmente, Abélard abrió la boca:
-Escucha Antoine, debo contarte algo- dijo con tono de preocupación-. Unos días antes del ataque a la fábrica, Julien y yo diseñamos un plan, en caso de que algo parecido a ésto ocurriese.
-Cuéntame sobre ese plan.
Al principio todo fue calmo. Pero luego, una discusión entre ellos se desató.
-Por favor Antoine, no lo hagas, que otro sea el encargado- decía casi en rodillas, rogándole a su amigo.
-Si es necesario, voy a sacrificarme por la patria, Abélard. Mañana, le contaremos el plan a los demás.

Héroe: Antoine LeGocqDonde viven las historias. Descúbrelo ahora