Capítulo 5: Una Promesa

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Despertó con el frio golpeando su torso desnudo y su costado doliéndole, el dolor era intenso pero soportable, el frio era lo que más le molestaba, no estaba en sus planes contraer un resfriado, odiaba estar enfermo. Busco a tientas su chaqueta o alguna frazada, pero solo encontró su camiseta llena de manchas rojas, era sangre, su sangre. Después de meditarlo unos instantes, intento sentarse en la cama, mala idea, todo daba vueltas y el dolor en su costado aumento, se dejó caer resignado pero los leves ronquidos del chico de ojos avellana lo hicieron percatarse de su presencia.

-¡Chist! ¡Chist!- Chisto, intentando llamar la intención del menor pero fue inútil – Oye chico- Intento de nuevo pero no hubo respuesta -¿Cómo es que te llamabas?- Susurro para sí mismo –Así… Frank. ¡FRANK!

El aludido dio un salto enredándose en las sabanas, causando su caída de la cama, se levantó de golpe lanzando golpes al aire. El ojiverde lo miro sorprendido y luego comenzó a reír ante la reacción del menor, el chico de ojos avellana lo miro fulmínate, para luego recoger el desorden que había causado en su reciente despertar.

-Lo siento es que…- Pronuncio, reprimiendo una carcajada –Solo quería saber si, ¿Podrías pasarme alguna frazada o algo?, Tengo frio- El chico se limitó a asentir y camino hasta sabana tirada alado de la cama de Gerard –Gracias- Susurro arropándose.

-¿Cómo te sientes?- El menor retomo su lugar en la cama.

-Bien, si eliminamos el dolor y el trauma de ser costurado por un chico que aprende todo de la televisión- Frank rio por lo bajo- Bien creo, no espera hambriento.

Frank se puso de pie y reviso su cartera, tenía dólares suficientes para conseguir algo de comida rápida en la pequeña tienda del motel. Tomo el botiquín que pidió prestado la noche anterior a la recepción.

-Iré a comprar algo de desayunar, ahora vuelvo- Anuncio, encaminándose a la puerta.

-Espera Frank…- Pero el sonido de la puerta siendo cerrada lo interrumpió –Idiota- Masculló.

A Gerard no le gustaba deberle favores a nadie y ahora tenía a ese chico que se había negado a dejarlo solo, que había renunciado a su libertad para volverse su cómplice, lo había curado, se preocupaba por él, y ahora le compraba comida. El pelinegro simplemente no entendía las intenciones de Frank, pero tenía dos teorías: El chico era muy bueno o muy estúpido.

Logro levantarse dejando de lado el dolor en su costado, camino hacia el baño y vio su reflejo en el espejo, se veía más pálido de lo normal y tenía grandes ojeras, tenía pequeños hematomas alrededor de su cuello, entonces el recuerdo golpeo su mente; Bert ahorcándolo, dejándolo sin aire cada vez más y más. La desesperación lo invadió comenzó a toser llevando sus manos al cuello, como si realmente fuese atacado. Abrió el grifo y mojo su rostro con desesperación, lo cerro y volvió a mirarse al espejo, sus ojos viajaron desde su cara, hasta su costado cubierto por los finos vendajes, con manos temblorosas, acerco sus dedos al pequeño gancho que sostenía las vendas, pero se detuvo cuando oyó el sonido de la puerta siendo abierta y unos instantes después siendo cerrada.

-¿Gerard?- EL chico pregunto, buscando con la mirada al pelinegro, dejando la bolsa de plástico con contenido comestible en la mesita de noche.

-Te queda un poco grande mi chaqueta- Contesto Gerard, a espaldas de Frank.

-Traje un par de hamburguesas caseras- Anuncio, girándose para ver al pelinegro a la cara –La señora de la tienda dijo que estaban buenas- Agrego sacándolas de la bolsa.

El pelinegro camino hasta la cama en la que había dormido y tomo asiento frente a Frank, quien se encontraba sentado en la cama de enfrente. El chico le extendió una hamburguesa y una soda a Gerard, antes de comenzar a comer. El desayuno paso rápido y silencioso, cuando Frank termino se puso de pie para tirar la basura en el bote del baño y lavarse las manos.

Dust in the wind (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora