Parte 30

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Colin se sentía mal. Se sentía derrotado, idiota, tonto, enojado, frustrado, y todos los adjetivos negativos que alguien se le pudiera ocurrir. Él pensaba que había estado haciendo las cosas bien, pero desde el divorcio con Helen que todo le salía mal.

Ir a Los Ángeles a grabar una película que era una buena oportunidad profesional para él y de paso alejarse de todos los quilombos que tenía en su hogar en Irlanda, parecía que iba a ser la solución perfecta sus problemas. Pero no lo fue... Jennifer lo fue a buscar al aeropuerto y él no pudo negarse a su invitación de quedarse en su casa por esos meses. Ella era una de sus mejores amigas y era una de las personas más buenas que conocía. ¿Qué podía salir mal? Al parecer Colin no lo había pensado bien.

Al principio estar cerca de Jennifer ayudó. Lo ayudó a controlar sus impulsos de enojo, a querer salir menos de noche, a tomar menos alcohol. Pero llegó un momento en que la tentación volvió a ganar y sus problemas volvieron a resurgir. Entre lo mucho que extrañaba a sus hijos, más algunos nuevos amigos que se había hecho en las grabaciones, volvió a sus noches de fiesta. A Jennifer no le resultó muy agradable que empezara a mostrarle lo que generaba en él ese tipo de vida, pero él prometió que lo tenía controlado, que no era nada excesivo, que solo estaba divirtiéndose. Pero la realidad es que no lo tenía controlado, y cuando menos lo esperó todo explotó en su cara.

Esa noche pensó que Jennifer no iba a regresar hasta bien tarde, sino jamás habría llevado alguien a la casa de ella. La cara de traición, su voz quebrada, la caja de pizza que les dejó en la mesa... todo le decía a gritos que la situación iba de mal en peor, que había lastimado a la persona que menos quería lastimar en el universo. La siguió, pero obvio ella lo ignoró y se encerró en su habitación. Y él en alguna parte de si mismo sabía que lo merecía, a pesar de que le daba rabia. Echó a la extraña de la casa, limpió todo, y prometió que al siguiente día iba a arreglar las cosas con Jennifer. Pero Jennifer no estuvo en la casa en todo el día. A modo de disculpa limpió toda la casa y se deshizo del alcohol y la marihuana que tenía. La esperó con la cena lista, pero ella nunca llegó y él se terminó quedando dormido en el sillón.

Al otro día, Colin se levantó y fue a la habitación de Jennifer. Esta vez si la encontró, ella estaba dormida. Así que le preparó su desayuno favorito listo para pedirle disculpas.

- Buen día. - Saludó él, entrando a la habitación de ella con una bandeja con tostadas francesas y café.

- Hola. - Saludó ella, quien ya estaba despierta y leía unos mensajes en su celular.

- Prepare el desayuno. - Dijo él y dejo la bandeja en su cama.

- Mi favorito. - Notó ella al ver lo que había en la bandeja. - Gracias. - Agradeció y continuó entreteniéndose con su celular para evitarlo.

- Jen... - La llamó él quitándole el celular y dejándolo en la mesa de luz para que puedan hablar bien.

- ¿Qué haces? - Preguntó ella sorprendida y algo ofendida.

- Necesitamos hablar. - Respondió él.

- Yo no tengo nada que hablar con vos. - Dijo ella seriamente.

- Pero yo si, y necesito que me escuches. - Pidió él. - Quiero pedirte perdón, evidentemente tenías razón y no estoy pudiendo controlar mis temas con el alcohol. Lo que hice el otro día, eso fue un error y no es la clase de persona que quiero ser. Y sobretodo no quiero lastimarte. - Explicó lentamente, tomándose su tiempo para expresar lo que quería decir.

- Bien, supongo que darse cuenta del problema es un buen primer paso. - Dijo ella, después de un largo silencio en que se dedicó a pensar mientras lo miraba para asegurarse que estaba siendo sincero.

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