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Hank se adelanta a nosotros, pero yo me detengo delante del androide. Está quieto en medio del ascensor con los ojos cerrados, en su mundo, con su LED parpadeando sin parar.
Acostumbraba a entrar en aquel estado de reposo de vez en cuando, a saber que significaba eso. 

—¿Connor? —Pregunto extrañada.

Coloco mi mano en su hombro y lo zarandeo, automáticamente abre los ojos.

—¿Te has quedado sin baterías? —Pregunta Hank con sarcasmo a mis espaldas.

Es el rey del humor.

—Perdonen, estaba haciendo un informe para CyberLife.

—Pues vamos, anda. Quiero acabar ya con esto. —Le dedico una sonrisa y salimos del ascensor.

La planta en la que nos encontramos es húmeda. Tiene aquel olor característico de agua estancada y, extrañamente, a gallinero, lo que me causaba un tremendo malestar. Que ascazo. Uno de los vecinos comentó que oyó unos ruidos extraños que procedían de el piso al cual nos dirigíamos, lo que era raro, ya que se suponía que nadie vivía ahí, y que además creía que vio a un hombre con un LED bajo la gorra, por lo que suponía que era un androide.

Connor llamó de forma insistente a la puerta, elevando la voz para que fuera lo que fuera lo que estaba ahí dentro nos escuchara. Durante los primeros avisos no hubo respuesta, hasta que sonó un fuerte ruido en el interior del piso, indicándonos que efectivamente había alguien. 

Hank saca la pistola y me coloca un brazo por delante para guardar las distancias.

—Detrás de mí.

—Oh, no, esta servidora se va a ocupar esta vez de tirar la puerta abajo.

Da la impresión de que quiere echarme la bronca de mi vida, pero se aguanta y no abre la boca. Con cara de que ya a tenido suficiente en la vida me indica que lo haga con un gesto de la mano. Me desplazo con precaución hasta colocarme enfrente de la puerta a la vez que saco la pistola de mi bolsillo y, de una patada, la abro.

Siendo sincera no estaba segura de que funcionaría, pero después de tres años de servicio jamás le había pegado una patada a una puerta para que se abriese como en las películas, así que ya era hora.

Hank es el primero en pasar al domicilio, seguramente por alguna de sus cagadas mentales de papi protector, después entro yo y por último Connor.

Era increíble lo echo mierda que estaba todo, tenía la sensación de estar ensuciándome simplemente por el ambiente. Habían varias puertas más. El teniente las comprobó todas por encima, asegurándose de que no había nada inusual, hasta solo dejar una, esa era la definitiva.

Se coloca a un lado de la puerta en posición de defensa con el arma entre las manos, expectante. Nos mira, advirtiéndonos de lo que iba a hacer, así que Connor se coloca muy cerca de mí por seguridad. Da un golpe a la débil puerta de madera y la abre, dejando escapar a un grupo de palomas asustadas, quienes se precipitaron contra nosotros. El androide me cubrió durante unos pocos segundos con sus brazos la cabeza.

—¿Pero qué coño es esto? Dios como apesta este lugar.

Con algo de timidez le agradezco el gesto a Connor, y él dibuja una de sus preciosas sonrisas en sus labios.

Al pasar al cuarto casi me da un mareo. Ya le tenía suficiente asco a los anteriores olores como para que ahora me pusieran el mismo pero multiplicado por mil. El autómata se pasea por la habitación, en busca de alguna pista. El sospechoso por lo pronto no se encuentra aquí, al parecer se nos había escapado.

Sin ganas de nada me agacho a observar a una paloma gorda y blanca que había captado mi atención. Arrullaba de aquí para allá mientrás perseguía a otras palomas. Era como Hank.

ᵃʳᵗᶤᶠᶤᶜᶤᵃˡ ˡᵒᵛᵉ ||| ᵈᵉᵗʳᵒᶤᵗ: ᵇᵉᶜᵒᵐᵉ ʰᵘᵐᵃᶰ ((en pausa)) ((editando))Donde viven las historias. Descúbrelo ahora