Capítulo 9: El ritual de luna azul

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(Punto de vista de Edward)

Nunca había estado tan cerca del castillo de las Tinieblas, y la verdad es que era escalofriante. A estas alturas la neblina no me dejaba ver por dónde iba, pero mi cuerpo seguía caminando. Parecía como si se mandara solo. Cada sonido hacia que me sintiera cada vez más nervioso, ya fuera un crujir de ramas o un búho en algún árbol. Incluso de día este lugar se veía tan desolado y tenebroso como de noche. La luna azul que se cernía sobre los árboles marchitos y la neblina era la única luz, y a pesar de ser escasa me dejaba ver por lo menos el rostro de Rosa. Una lágrima silenciosa resbaló por mi mejilla. Se veía tan hermosa a la luz azul de la luna . . . .

A estas alturas ella debía de estar muerta. Desde que le revisé el pulso por última vez este iba descendiendo lentamente hasta que paró, y ya habían pasado 20 minutos desde ese momento. Estaba tan pálida como la muerte. Sentía rabia. ¿Por qué demonios la estoy llevando a las Tinieblas? La profecía no se cumplió, la maldad ha triunfado, pero aún así todavía tengo que llevarla a Las Tinieblas. Recordé lo que dijo: "Tu sombra"

- ¡Maldición!

Grité por lo bajo. Mi sombra me esta controlando. Tengo que resistir, tengo que luchar contra el control. Jalé con todas mis fuerzas, traté de parar mis pies, pero el ritmo de mi caminata no redujo. Entré al castillo, y debo decir que no es nada diferente al exterior. Estaba lleno de neblina y era tan obscuro como una cueva, excepto por algunas partes con antorchas, pero aún así no lograban iluminar del todo. De pronto, todos los guardias de las puertas me rodearon.

- Tranquilos, soy yo.

Dijo una voz que escuché detrás de mí. Mi sombra, que de algún modo estaba presente a pesar de la falta de iluminación, se había desprendido de la pared y ahora estaba a un lado de mí. Cuando los guardias la vieron, se acercaron a mí para quitarme a Rosa de los brazos.

- ¡Déjenla en paz malditas sombras!

Grité desesperado. Mi sombra seguía controlándome, por lo que no pude impedir que me la quitaran de los brazos. Ni siquiera la tocaron, la hicieron flotar. ¿Por qué no la cargaron? La profecía, eso debía de ser. Aún muerta, ella sigue siendo el bien encarnado, criaturas como ellos no pueden tocarla sin desaparecer. Pero, ¿por qué Shaden sí pudo tocarla? Él es el mal encarnado, están destinados a odiarse por el resto de los tiempos. De pronto me sentía cansado, débil. El control de mi sombra ya no estaba presente. Mis párpados se cerraban lentamente. Caí dormido.

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(Punto de vista de Shaden)

Cada vez sentía más partes de mi cuerpo. El calmante estaba perdiendo efecto y cada vez me sentía más fuerte y furioso. ¿Qué demonios está pasando? De pronto, una risa que yo conocía bien, resonó en la habitación. Esa risa me enfurecía aún más. Mi padre entró en la habitación, con una daga en la mano. Sentía miedo y rabia, pero ahora la rabia ganaba por mucho.

- ¿Qué intentas hacer con esto?

Le pregunté, fulminándolo con la mirada. Esto era tan extraño. Sabía que era un ritual, pero no sabía para qué. Mi padre se acercó e inspeccionó mis ojos. Frunció el ceño decepcionado. ¿Qué quería saber con eso?

- Todavía no es tiempo.

Murmuró por lo bajo. Miro al techo de la cueva. Me percaté de que había un pequeño agujero por el que se escapaban unos rayos de luna. No lograba ver la luna, pero los rayos de la misma parecían ser azules. ¿Rayos de luna azules?

- Ya casi es tiempo, tenemos que despertar a la bestia.

Dijo mi padre, dirigiéndose al aire. Tenía la sensación de que se había vuelto loco de poder. Su mirada era salvaje y perdida, pero parecía que sabía bien lo que hacía. Se acercó a mí rápidamente y me golpeó en el pómulo. La furia iba en ascenso.

- ¡¿Qué esperas?! ¡Sal de ahí!

Gritaba con la mirada perdida. Estaba tan loco, tan sediento de poder, que no reconocía a mi padre. Recordé que él no era mi padre . . . . Era un rey sediento de poder, tratando de desencadenar un poder fuera de su alcance. Al ver que nada pasaba, mi padre me comenzó a golpearme, con el fin de enfurecerme. Una persona humana solo atravesaría mi cara, pero siendo una sombra mi padre puede golpearme tan fuerte como quiera y los golpes me herirán.

- ¡Tráiganla ya! Casi no queda tiempo.

Gritó mi padre a los guardias, quienes de inmediato salieron despavoridos.

- ¿Qué es lo que quieres lograr con todo esto?

Le grité al loco que estaba parado frente a mí. Él me miraba salvaje y furioso. Se acercó a mí y tomó mi cuello en un agarre que me asfixiaba.

- Necesito desencadenar tu poder destructivo. ¿Qué a caso no recuerdas, mocoso, la conversación entre el Canciller y yo? Necesito matarte mientras tu poder alcanza su máximo potencial. Solo así podré controlar todo el mundo, con el poder del mal encarnado.

Dicho esto soltó el agarre y miró nuevamente al cielo. Cada vez la luna estaba más cerca. Cuando volteé a mirar a mi padre, mi corazón se paró momentáneamente. Rosa estaba suspendida en el aire, blanca como la muerte. Los guardias la recargaron en la pared sin tocarla. Ella era letal para las sombras. Pero no para mí. Al ver su rostro, tan tranquilo y sereno, la rabia brotó de inmediato y con rapidez.

- ¿La vez? Yo la maté. Ella ni siquiera supo lo que pasaba hasta que estuvo muerta. ¿No te dan ganas de matarme, destruirme? ¡Adelante, hazlo!

Gritó él, tomándola de los cachetes para restregarme su muerte en la cara. Esto era el colmo. La furia que sentía hacia aquel hombre era mayor a la que nunca había sentido con nadie. Sentía que mi presión arterial aumentaba. Solté un grito que resonó por toda la habitación, pero no sonó humano. Ya no me sentía humano, los sentimientos se iban desvaneciendo y los reemplazaba la furia. Mi padre se acercó a mí y me revisó nuevamente los ojos.

- Ya casi.

(Narrador)

Sentía un dolor inmenso en todo su cuerpo. Salía espuma de su boca, pero no se estaba convulsionando. Las uñas de sus dedos crecían, la piel era reemplazada con pelaje denso y negro. Sus ojos, antes rojos, ahora eran amarillos como el ámbar. En vez de gritar, salía un sonido animal tan extraño, algo como una combinación de león, lobo, águila y guepardo. El poder destructivo que en él dormía, se había desencadenado, y nada lo podría frenar.

El rey tomó la daga que había guardo desde que arrebató los poderes del anciano, aún con sangre en la hoja, y trató de apuñalar a la bestia que trataba se salir del interior de aquel muchacho. La daga no lograba atravesar la dura piel del monstruo. El monstruo logró romper las ataduras que lo mantenían fijo en la mesa de sacrificios. El ritual de luna azul no resultó como el rey quería. El ritual consistía en que, cuando la luna azul llegara a su punto, el rey debía matar a Shaden antes de desencadenar el poder, así él absorbería el destructivo poder; pero el rey, pensando que así sería mejor, decidió desencadenarlo antes de tiempo. La luna azul aceleró el proceso, ahora hay un mal en el mundo que no podrá ser saciado ni con todas las muertes des mundo. El mal encarnado a sido desencadenado y nada lo podrá detener.

El libro de RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora