La muerte estaba cerca. Su estómago podía sentirlo. La moto rozaba la calzada a tal velocidad que a cada segundo que pasaba, Lance daba más por hecho que su novio estaba intentando matarle. Se agarró con fuerza a él. Por todas partes un pestilente olor le golpeaba y le estrangulaba con más fuerza conforme se adentraban más en el centro de la ciudad. Podía compararse con el garaje de los Kogane.
—¡Tranquilo!—gritó Keith intentando ser escuchado por encima de los montones de vehículos que llenaban la calzada.— ¡Ya casi hemos llegado!
Aún con tal jaleo nocturno, Lance pudo escuchar la suave risa del galra. Suavizó un poco su agarre. Quiso darle un pequeño beso en la nuca, sin embargo, el casco se lo impedía. Suspiró. Y lentamente metió la mano debajo de la camisa del muchacho para sentir su abdomen. Su piel era suave. Muy suave. La acarició con lentitud.
Keith contuvo durante un instante la respiración. No esperaba algo así en un momento con ese. No sólo su mandíbula se tensó, todo su cuerpo también. Sus hombros comenzaron a arder. Y su rostro. Sintió la tentación de cerrar los ojos. Pero entonces Lance retiró la mano. Tal vez porque había recordado que Keith estaba conduciendo o porque un semáforo en rojo a lo lejos le recordó que estaban en medio de la carretera.
Volviendo a controlar sus movimientos, Keith paró la moto con lentitud:
—Cuidado con lo que haces, Lance. O serás tú el que nos mate.—le advirtió con una mirada divertida que cautivó por completo al alteano. Este sonrió de vuelta.
—Lo siento.
Al aparcar, Lance saltó de la moto como si esta estuviera hecha de lava. El bulto del reloj subió hasta el cuello de su jersey azul.
—¡Por fin! Se me había dormido el culo.—celebró quitándose el casco con ambas manos.
Keith rió quitándose también el suyo.
—Vamos, la tienda no está muy lejos.—alentó tras guardar los dos cascos.
Marmora no se parecía en nada a Voltron. Tal y como había podido comprobar Lance, los galras no se parecían en nada a los alteanos. Todos vestían ropas completamente diferentes a las que el moreno estaba acostumbrado a ver en su reino. Tal vez él no fuese la más ridícula de todas las personas que caminaban por las amplias calles.
Los enormes edificios y las millones de luces demostraban lo atrasada que estaba Altea y lo lejos que estaban también por ganar la guerra.
La pareja pasó entonces en frente de una blanca y elegante tienda. El escaparate llamó la atención del alteano. Relojes. Sus pupilas se dilataron. Preciosos. Eran totalmente distintos a los de su hogar. Tal vez el exterior era raro, pero el interior seguiría siendo el mismo.
—Estos son relojes digitales.—explicó Keith al verle parado mirando el cristal.— Te dicen la hora sin usar manecillas. ¿Quieres uno, Lance?
Tragó saliva.
—No.
Y siguió caminando.
***
Una gran puerta automática se abrió dejándoles pasar. Por todas partes había algo sorprendente y único. Todo era nuevo. El centro comercial se alzaba digno y orgulloso enseñándole a Lance cada rincón como si el joven fuese un inexperto explorador en busca de un tesoro mucho más valioso que el que llevaba colgado del cuello.
Keith le guió hasta la planta de ropa. Las escaleras mecánicas eran muy divertidas. Seguramente muchos niños alteanos habrían disfrutado subiendo y bajando en ellas y... ¿Por qué estaba pensando tanto en su tierra?
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Entre arena y engranajes [Klance]
FanfictionEl desierto guarda secretos. Secretos que sólo unos pocos pueden descubrir. Bajo el estrellado cielo durante la más célebre fiesta del reino, dos jóvenes se conocerán y juntos arrojarán algo de luz a uno de los misterios más ocultos que la arena enc...