El Vacío: Rota (1)

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Nierya


Atravesamos la puerta.

Al escuchar hablar de lo que se encontraba al otro lado, imagine que nos llevaría hasta un nuevo pasillo o a una serie de cámaras subterráneas. Jamás me imagine de lo que en verdad nos toparíamos detrás.

La imagen era la de un verdadero templo.

Cientos de pequeños orbes formaban figuras geométricas en las paredes, que se mantenían tenuemente iluminadas, aunque no lograba ver de dónde provenía esa fuente de esa luz. El techo, que estaba a más de quince metros de altura, era abovedado y estaba adornado con pinturas que representaban a los cuatro dioses pilares. Como dijo Mirya, ninguno parecía humano, más bien eran formas etéreas de humo luminiscente. Sin embargo, por alguna razón podía distinguir quien era quien. Era como si en mi cabeza se mostraran sus figuras humanas, representadas por personas que conocía. Vordove tenía un ligero parecido a Kein, Siel era la viva imagen de Mia, aunque ya adulta, mientras que los otros dos daban una vaga impresión de ser los mellizos Fell. Era inquietante.

Frente a nosotros, dos estatuas nos flanquean el paso. Aunque al principio parecía que representaban a dos personas encapuchadas, al más verla de uno se daba cuenta de que en realidad eran algo más, algo inhumano. La de la izquierda se mantenía con un rostro sereno, mientras que la de la derecha mostraba una leve sonrisa que causaba repulsión.

—Abuela —me llamó con timidez Sarah—. ¿Quiénes son?

—No lo sé —respondí con sinceridad.

Más allá de aquellas estatuas se podía observar una puerta de grandes proporciones. Y, enfrente de ella, se hallaba Ci.

—¡Ci! —grite.

—¡Espera, Nierya!

No le hice caso a Xi, en mis ojos solo se reflejaba mi vieja amiga. No me había dado cuenta antes, pero a su alrededor había colocado diez cristales de diferentes colores, cada uno representando un elemento mágico.

—¡Ci!

—¡Oh! Me has encontrado, vieja amiga. He de decir que lo creí imposible, pero, como siempre, logras sorprenderme.

Ci me miro con un leve rastro de sorpresa en su rostro, a la vez que una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Pero fue demasiado fugaz, porque de inmediato volvió a concentrarse en aquella puerta.

—Es mejor que se vayan, antes de que sea tarde —me advirtió.

Sin hacer caso a sus palabras, corrí hacia ella. Sin embargo, a pocos metros de alcanzarla, algo me detuvo. Una pared invisible corto mi camino, haciendo que tropezara y cayera de espaldas. Había visto algo similar hace años, era el mismo tipo de barrera que me había separado de un ser querido antes, de forma que instintivamente busque las piedras grabadas que deberían componer la barrera. No las halle.

—No te molestes —me dijo Ci—. Hice que mis marionetas grabaran las runas directamente en la roca. No podrás romper esta barrera. Vete, de verdad, no quiero que nada te pase.

—¡No creas que lo haré! ¡Detén esto!

—Ay, vieja amiga. Esto ya es imposible de detener —suspiro ella—. No digas que no te lo advertí. Pero eres fuerte, saldrás de ésta.

—¡De que hablas! ¡Quita esto!

Mientras le gritaba a la que era la más vieja de mis amigas, golpeaba desesperada aquella pared con mis puños imbuidos en magia, lo que dejaba una capa de hielo en ella. Pero no se parecía tener ningún efecto, solo podía ver como Ci comenzaba a hacer el ritual. ¿Por qué estaba tan empeñada en detenerla? Bien podría decir que era por mi familia, por mi hijo, mi nieta y mi esposo. Pero sería mentirme a mí misma.

Los amaba, sí, pero había algo más profundo, algo que nadie más que yo y la mujer que quería liberar a esa abominación entendíamos.

Por eso, yo, ustedes, junto con el resto de los más fuertes, moriremos.

El Vacío fue creado para guardar las cosas que los dioses deseaban mantener apartados de los mortales. Una vez que alguien entra, ya no podrá salir.

No sabía cómo Ci planeaba robar el núcleo, pero, al ver su mirada esos breves momentos que nuestros ojos se cruzaron, supe que no esperaba salir de ahí con vida.

—¡Ci, por favor! ¡Ya para!

—¡Abuela, basta! ¡Te estás haciendo daño!

—Nierya, puedo desactivar estas....

No les hice caso, sus voces apenas me llegaban, para mí en ese lugar solo nos encontrábamos yo y Ci.

Mi vieja a miga volvió a mirarme, esta vez logre ver comprensión en sus ojos. Con una sonrisa triste, comenzó a activar con su magia los cristales uno a uno. Cada vez que uno se ilumina, la magia que contenía dentro se elevaba hasta la puerta y entraba en ella.

—Si estuvieran aquí los marcados y el maestro sería más fácil —comento ella—. Pero tengo que hacerlo de esta manera. Dime, vieja amiga, ¿crees que el nuevo señor de la tormenta me hubiera ayudado de habérselo pedido con amabilidad?

—No. Las vidas de los que lo rodean son demasiado importantes para él —le respondí. No lo conocía mucho, pero por lo poco que sabía de él, podía afirmarlo.

—¿Incluso si el eso significaría que el mundo desapareciera?

—Por lo que he visto, sí.

—Es una lástima que piense así —suspiro.

—Puede, pero yo también pienso así —le respondí—. Ci, por favor, deja que Hill se encargue de todo y ven aquí. No te vayas tú también. Aún hay cosas que debemos hacer. Por favor, no me dejes sola.

—Cierto. —Ci susurro estas palabras a la vez que activaba las últimas piedras—. Ya solo quedamos nosotras vivas de aquel grupo que salió de Saliette. Esta Kein, pero a él ya no se le puede considerar vivo, no después de lo que le paso... que es lo que me trajo aquí.

Ci se dio la vuelta por completo para encararme, a la vez que aquella sonrisa triste se acentuaba en su rostro. Comprendí que era su despedida. Ambas supimos en ese momento que jamás nos volveríamos a ver.

—Nierya, espero que uses adecuadamente lo que te estoy dejando. Sé que lo comprenderas en su momento... si el niño logra su objetivo, claro. Confió en ti. Vence al titan, te lo encargo.

—¡No!

La puerta se abrió, al mismo tiempo que aquella barrera desaparecía. De inmediato corrí para detenerla, pero antes de que lograra alcanzarla, alguien me arrojo al suelo.

—¡Basta sacerdotisa! ¡No puedes entrar ahí!

—¡Déjame!

—¡Abuela! ¡Por favor! ¡No puedes!

No quiera escucharlos, mi amiga se había metido en aquella habitación negra y necesitaba que fuera tras ella. Pero no podía liberarme de mi captor con mi fuerza, ni siquiera podía usar magia. Cada vez que lo intentaba, esta era absorbida por aquella negrura.

Debido a que Xi era más fuerte, no tuve más opción que ver lo que le ocurría a ci desde donde me encontraba.

En cuanto entro su cuerpo se llenó de runas, pero estas desaparecían con rapidez. Luego aquella negrura absorbió ávida la magia de los cristales que mi amiga sacaba de su bolsa, en compensación a la suya propia. Cuando llego al centro de la habitación y tomo una esfera dorada del tamaño de una cabeza humana, ya no le quedaba más para protegerse. Entonces saco un último cristal y lo rompió contra el suelo. Un portal dimensional apareció ahí. Solo duro unos instantes, pero fue suficiente para que lograra arrojar aquella esfera.

Sus ojos se cruzaron por última vez que con los míos, para después desaparecer y fundirse con la negrura.

Leyi, Zalia, el antiguo Kein, Marie y ahora Ci. Los había perdido a todos.

La enorme puerta se cerró, con lo poco que quedo de Cileana Carvie dentro.

Theria Volumen 5: La batalla de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora