La batalla de Mirie: Cuidad fortaleza.

1.2K 162 11
                                    

-

Fili.

Ya era el atardecer del doceavo día desde que comenzó el asedio a la ciudad.

—¡Lo siento! —me disculpé con un caballero, al haber chocado con él mientras subía las escaleras. El pobre tenía tanta prisa que ni tiempo le dio para disculparse. O tal vez quejarse. O quizá golpearme. Bueno, para nada le dio tiempo y tal vez eso fue una suerte para mí.

—¡Déjalo, Fili! —me grito Suzanna. Ella me llevaba casi a rastras, tomando mi mano. Eso era porque estaba emocionada por ver el nuevo artefacto.

Aunque en realidad yo estaba preocupado. "Has cosas más que nada defensivas", me advirtió Hill, pero, honestamente, eso no era tan divertido como ver explotar cosas. Cosas, más no humanos. Ese era mi dilema.

Por suerte, Suzanna no tenía ese problema, por algo ella era la jefa.

—¡Levanten las defensas! ¡Lemiére, llévate un batallón a la torre norte! ¡Y que un grupo vigile la barrera del lado sur!

La general Ilisa Gerenverg se paseaba por el andamio de la muralla, revisando el trabajo de todos. Fue ella quien me había llamado llamar mientras trabajaba en lo alto del castillo, aunque aún no sabía aun porque, quizá le habían llegado noticias de que había logrado reproducir un arma que podría dar la vuelta a la batalla, aunque en realidad la había dejado a medio hacer para concentrarme en otro proyecto.

Hasta ahora habíamos aguantado bien, aunque el enemigo poseía criaturas mágicas y cañones capaz de arrojar magia, la barrera de energía que había logrado reproducir nos protegió de casi todos los ataques. Lo malo era que no iba a soportar mucho y montarla de nuevo sería un trabajo monumental, considerando que los técnicos estarían expuestos a flechas y magia.

Debí haber puesto algunas protecciones extra. Oh, esperen, si lo hice, pero nadie lo sabe.

—¿Está listo, señor Orne? —me preguntó la general.

—Por favor, llámeme Fili —le pedí—. Casi, mire, este es...

Había alzado la máquina que llevaba en brazos para que la viera, pero ella negó con la cabeza y la hizo suavemente a un lado.

—No me refería al arma, sé que has estado trabajando en otra cosa. Un escudo defensivo más poderos que el que rodea ahora mismo la ciudad.

¿Quién le dijo?

Mire a Suzanna, quien aparto los ojos, disimulando no escuchar nada. Bueno, yo ya sabía que ella no podía guardar secretos, pero es parte de su encanto.

—Sí, aunque quería que fuera una sorpresa —suspiré—. Desde aquí lo puedo activar, ¿quiere que lo haga?

—Claro.

Saque un pequeño trozo de piedra de mi bolsillo y oprimí la runa que estaba tallada en él. En ese instante las runas grabadas en un monolito de obsidiana que se encontraba el techo del castillo brillaron, enviando un haz de luz hacia el cielo.

El haz no subió mucho, solo fueron unos diez metros, pero después se expandió en todas direcciones, cubriendo a la ciudad con un domo plateado de energía mágica pura.

—Es una protección ideada por los iluminados, aunque no reproducida hasta ahora. Adquiere la energía para su funcionamiento de una pequeña fuente previamente rellenada de energía mágica y una loza con runas, la cual transforma la energía ambiental en una barrera de energía mágica pura. La llamo "niña santa"

—Interesante —murmuró la General—. ¿Cuánto dura?

Bueno, tengo que rellenar el artefacto cada seis horas, pero solo con hacer eso puede funcionar por meses. Aunque debo advertir que está en fase experimental —expliqué, para que después no se quejara si fallaba.

Theria Volumen 5: La batalla de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora