Preludio al alza: Muerte y luz.

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Clarisse


Ulises, la luz del alba, ni siquiera me dio tiempo para pensar.

Antes de que me diera cuenta, se había convertido en un haz de luz para posicionarse a mi derecha, enseguida de lo cual intento atacarme con una lanza brillante. Apenas logre esquivarlo a tiempo, pero aun así logro ocasionarme una herida en el abdomen, aunque superficial.

Contraataque con un a onda que destrozo gran parte del túnel. No era mi intención, simplemente fue un reflejo, pero gracias a eso logre ganar distancia de él. Casi de inmediato tome un cuchillo que llevaba en mi cintura y lo cargue de energía mágica, tras lo cual arroje hacia Ulises.

En vez de esquivarlo, él creo un escudo de luz para interceptarlo, pero en cuanto entraron en contacto, el escudo se desmorono en partículas, al igual que el cuchillo.

—Interesante —susurró—. Creo que es mejor no subestimarte.

Ulises creo dos ruedas de luz que lanzo hacia mí. No eran muy rápidas, así que esquivarlas no fue un gran problema. O así debería haber sido.

—Uroboros.

Un dolor agudo se extendió por mi brazo izquierdo, seguido por el derecho.

Las cabezas de dos serpientes de luz me habían tomado de los brazos, mientras tiraban de mi hacia atrás. Al principio pensé que aquellas ruedas se habían trasformado en una serpiente cada una, pero al mirar hacia atrás me di cuenta de que se trataba solamente de una, la cual poseía dos cabezas y se encogía poco a poco. La otra rueda también se transformó en una serpiente de dos cabezas y me mordió los tobillos. Me tenían atrapada.

Volví mi cabeza hacia Ulises, solo para verlo apuntarme con varias lanzas de luz. Ese era su plan, inmovilizarme para después acabarme.

No lo iba a permitir.

Hice que el aura de mi energía mágica se extendiera más allá de mi cuerpo y destruí aquellas serpientes. Pero no iba a acabar a hi. Concentre toda esa energía frente a mí y la arroje contra Ulises.

Sintiendo lo que acababa de hacer, él se protegió con un escudo de luz, pero este se desmorono enseguida, aunque logro su objetivo de impedir que mi poder llegar hasta su creador.

—Interesante... ¡Uroboros!

¡Orbes de la muerte!

Al mismo tiempo que Ulises volvía a atacarme con aquellas ruedas de luz, creé varias esferas a mi alrededor para contrarrestarlas. Cada vez que amabas magias chocaban se anulaban entre si, dejando atrás solamente un rastro de partículas brillantes.

¡Uroboros!

¡Orbes!

Una y otra vez lanzamos el mismo ataque, con el mismo resultado. Pero por cada lanzamiento, nos acercábamos más uno al otro. Poco a poco acortábamos la distancia hasta que solo nos separaba un metro. En ese momento Ulises saco la espada corta que llevaba en la cintura, la cual sostuvo con su mano izquierda, a la vez que yo sacaba un tubo de Mithril que siempre llevaba conmigo.

Las armas chocaron al mismo tiempo.

Generalmente cuando mi arma entraba en contacto con cualquier otra cosa, está la destruía. Pero en esta ocasión no fue así, ya que la espada de Ulises estaba llena de energía mágica, la cual contrarresto mi poder.

—Interesante —volvió a susurrar Ulises.

Con su otra mano creo una espada de luz con la cual me ataco. Al no tener ninguna otra arma, no me quedo más remedio que intentar detenerla con mi mano izquierda. Lo que ocasiono que recibiera un profundo corte en la palma y parte de mi brazo. Pero eso no era nada, porque yo logre tomarlo a él del brazo.

Aplicando toda mi fuerza en mi sangrante mano derecha, use lo máximo de mi poder. Eso ocasiono que mi arma perdiera su fuerza y fuera destrozada por la espada de Ulises, haciendo que la mitad de mi mano derecha fuera cortada. Pero él perdió algo más, mi poder destruyo todo su brazo derecho.

Ambos estábamos sangrando y poseíamos heridas que en otros serian fatales, pero gracias a que su magia era de luz, las heridas infringidas en mi fueron cauterizadas casi de inmediato, mientras que en la uso en sí mismo para cubrir la carne viva que se veía en su hombro.

En ese estado nos quedamos uno frente al otro, preparados para el segundo asalto.

El cual nunca llego.

—¡Arrgg! ¡Salve dios...!

Ulises grito como si sintiera un dolor insoportable, Ulises cayo de rodillas, mientas miraba hacia el cielo y comenzaba a balbucear inconsistencias.

—¡Ulises!

Me sorprendí al escuchar esa voz, porque ya antes, en mis pesadillas, había escuchado una similar.

Era una que odiaba con toda mi alma y que pertenecía a la única persona a quien cada noche soñaba con asesinar.

—¡Aurien!

Tras abrir los ojos después de aquel ataque a Cirrnia, el de él fue el último rostro que vi antes de volver a caer en la oscuridad, solo para despertar y descubrir que el maestro estaba muerto por su culpa. Solo por eso era la existencia que más repudiaba en el mundo.

Incluso aunque eso me matara, intente concentrar toda la energía mágica que me quedaba e iba a lanzarle un ataque con mi mano derecha, pero algo me lo impidió. Una docena de tentáculos de sombra surgieron de la pared y me inmovilizaron.

—¿Señora Tyna? ¡Por qué...!

—Tranquila Clarisse —me respondió, surgiendo de una sombra en el suelo—. No es él.

No entendía lo que quería decir, aquel sujeto era la viva imagen del pensador. Aunque mirándolo bien me di cuenta que existían diferencias. Poseía los dos ojos y su aura era menos intimidante e igualmente la repulsión que me causaba era menor.

Aquel sujeto se acercó a Ulises, quien se aún se mantenía de rodillas.

—¡Salve el dios sol!

De pronto ese grito surgió de Ulises, reemplazando los balbuceos anteriores, a la vez que su cuerpo comenzaba a brillar, un brillo que aumentaba de intensidad a cada segundo.

—¡NO!

Ulises parecía estar luchando contra algo, aunque no podía precisar con qué. Solo podía decir que sea lo que sea, era muy superior a él.

De pronto el único brazo que le quedaba se desvaneció, convirtiéndose en energía mágica, la cual comenzó a dirigirse hacia el cielo.

—¡Resiste, Ulises! —grito aquel que se parecía al pensador.

Pero el cuerpo completo de Ulises aumento su brillo, uno que parecía iluminar más que el sol que estaba a punto de salir por el horizonte. Parecía que no faltaba mucho para que todo su cuerpo despareciera.

Pero entonces un símbolo, muy parecido a la representación del astro rey, apareció frente a él, a la vez que el brillo disminuyo hasta desparecer. Y entonces Ulises cayo al suelo, inconsciente.

—¿Qué fue eso? —pregunté, impactada por lo que acababa de presenciar. Pero la señora Tyna no me respondió, en vez de eso dirigió su mirada hacia el este, por donde el sol comenzaba a asomarse sobre las montañas.

Había llegado el amanecer.

Theria Volumen 5: La batalla de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora