Preludio al alza: El dios sol.

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Fili

Subía hasta lo más alto del castillo, con el presentimiento de que algo malo iba a pasar. Dentro de nuestras filas existía un traidor, pero no estaba seguro de quien podría ser, aquellos que había seleccionado como mis ayudantes habían sido escogidos con sumo cuidado. Todos y cada uno de ellos eran personas honestas y, además, todos tenían familias en la ciudad, por lo que tenían mucho que perder si algo llegase a ocurrir.

Tal vez es precisamente por eso...

Mientras corría por uno de los pasillos choque contra una persona y caí al suelo. Al mirar a quien había golpeado, me encontré frente a frente con la princesa Farenis, quien estaba junto al director de la escuela de magia, así como el jefe de caballeros.

—¿Fili? ¿Qué pasa? ¿A dónde vas con tanta prisa? ¿Ocurrió algo grave? —me pregunto ella, visiblemente nerviosa.

La princesa había estado supervisando todos los preparativos para la defensa y eso se notaba en su piel pálida y en las marcadas ojeras que ensombrecían su rostro.

Al verla así me pregunte si debía decirle, no quería colocar una carga extra sobre ella solamente por algo que simplemente podría ser una paranoia mía. Aunque, conociendo a la jefa, quien respiraba pesadamente atrás de mí por haberme seguido el paso, no sería necesario que yo dijera nada.

No sé si fue buena o mala suerte, pero en el instante en el que ella iba a hablar, se escuchó una conmoción proveniente desde la entrada del castillo, al mismo tiempo que se escuchó el ruido de una explosión en los pisos superiores.

—Tal parece que no estoy loco —murmuré.

—¿Qué fue eso? —pregunto el jefe de caballeros.

—¡Podría haber un traidor! —le respondí a gritos mientras comenzaba a correr hacia la escalera—. ¡Vayan a ver que ocurrió en la entrada, yo iré al techo!

Si lo pensaba fríamente, gritarle a la princesa y a un par de nobles no era una muy buena idea. Por suerte eran ellos, quienes me obedecieron, tal vez debido a las circunstancias en la que nos encontrábamos.

—Siento como que algún día perderás la cabeza, Fili —me advirtió la jefa.

—... Lo sé.

—¡No te preocupes! ¡Yo te protegeré!

Sonreí ante sus palabras. No había cambiado nada desde que éramos pequeños. Estaba bien, me gustaba así. Pero no había tiempo para pensar en eso, porque habíamos llegado a lo más alto, en donde se encontraba el dispositivo que daba poder a la barrera.

Al abrir la puerta espere encontrarme a un bandido o un asesino, pero en su lugar me encontré a una mujer en sus treinta, regordeta, pálida y ojerosa. Acabada. Su cabello rubio estaba deslucido y sus manos callosas y partidas indicaban que había trabajado duro por muchos años.

—Marina, ¿Por qué estás haciendo esto? ¿No tenías un hijo recién nacido en quién pensar?

Según sabia, ella acababa de tener a su primer hijo tras años de intentarlo y fallar, por eso fue una gran sorpresa encontrármela precisamente a ella haciendo esto, tanta que no podía ni siquiera moverme para detenerla de destruir la maquina aunque lo hiciera delante mío.

—Es por eso —me respondió con calma—. Personas como tú jamás lo entenderían, pero nosotros, que nos esforzamos a diario aunque no tengamos talento, no podemos vivir en este mundo. Pero eso está por cambiar.

Theria Volumen 5: La batalla de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora