Hill
Durante toda mi vida siempre creí que los monstruos, aquellos seres de pesadilla que asolaban la mente de los niños, vivían únicamente en la imaginación. Hasta éste momento, pues, ante mí, se encuentra una auténtica pesadilla. El monstruo conocido como el dios elemental del viento, Himm.
Aunque la tormenta aún seguía su curso y los relámpagos retumbaban en el cielo, debido a mi falta de energía mágica no los podía usar. Pero eso no quería decir que estuviera indefenso.
—Una espada muy bonita la que tienes ahí niño tormenta —se burló Himm.
Había sacado la espada de los Kabil de su vaina. A pesar de la burla del bailarín del viento, era un objeto un tanto particular, pues, aunque al principio no lo sabía, poseía la característica de absorber la energía mágica del usuario para luego poder usarla. Me di cuenta cuando Karla me dijo que había recibido una descarga al intentar tocarla. No había intentado usar ese pequeño truco antes porque no era mucha la energía que tenía, apenas era la suficiente para paralizar a enemigos débiles.
Pero ahora, quisiera o no, era uno de los pocos trucos que me quedaban.
—Tengo una idea, Vitelius —susurró Astar—. ¿Crees poder distraerlo un momento?
Pues... si solo se trata de distraerlo, quizá. Pero no prometo nada.
—Cuenta conmigo. Eh... por cierto, ¿Qué piensas hacer?
—Lo mismo que tú... ¡Ahora!
Astar comenzó a reunir el agua de la lluvia en una esfera frente a él. Lo mejor hubiese sido advertirle de antemano el peligro que supondría eso para su cuerpo, pero era demasiado tarde. Además, no podía dejar que el bailarín del viento lo interrumpiera, no ahora que había comenzado a canalizar energía hacia ese ataque suicida, pues si se descontrolaba podría el asunto podría ser incluso peor. Para ambos.
De la bolsa mágica saque cuatro piedras con runas talladas, las únicas que me quedaban, pues las otras se las había dejado a Fili. Como que debí ser precavido y hacer más. Ah, ya no importa. Lo malo es que eran solamente inofensivas bombas de humo, pero estaba seguro de que servirían.
—Ven niño tormenta. Ven y dejaré vivir al otro —susurró Himm.
Oh, pero claro que iré.
Lancé las bombas, cubriendo de humo el claro en donde nos encontrábamos. Himm, como pensé, no reunió el humo con sus poderes, ya que eso requería un buen control, sino que intentó disiparlo con un vendaval. Funciono, a medias.
Aprovechando que estaba siendo cubierto por el humo residual, me coloque a su espalda con el arma preparada y apuntando al cuello.
—¿En serio creíste que sobreviví tanto tiempo descuidando mi espalda? Soy un asesino, niño, recuérdalo.
¿Qué?
Mi cuerpo se sentía pesado, como si de pronto me hubiera metido en un lago o río. Era una sensación muy parecida a la de aquella vez que Ci nos encerró en una burbuja temporal. Pero también era diferente. Casi de inmediato me di cuenta el porqué.
¿Una pared de aire?
Himm había creado una barrera a sus espaldas para protegerse de los ataques sorpresa. Odiaba admitirlo, pero esa era una buena idea. ¿Por qué no lo pensé antes? Ah, cierto, que desgastaba demasiada energía mágica, quien como él que podía hacerlo.
—¡Vitelius, apártate! —gritó Astar.
¿Apartarme a dónde? ¡¿Qué no ves que estoy atrapado?!
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Theria Volumen 5: La batalla de Mirie
AdventureLa batalla ha iniciado. Nierya, Sarah y Xi, con la ayuda de Mirya, van tras la maga del abismo para detenerla antes de que encuentre el objeto que le ayudara a cumplir su objetivo final. En otra parte, Hill, algunos de sus compañeros y un pequeño g...