⑦ CAPITULO ♞

705 71 11
                                    

Con un tembloroso suspiro de alivio, Kihyun se arrodilló y se inclinó sobre la muy acolchada banca, sosteniéndose en sus piernas. Deseaba que Shownu hubiera elegido un tipo de tortura diferente. Con lo que Kihyun amaba el caliente ardor de unas buenas nalgadas, encontró que eso era de lo más difícil de someterse en la mazmorra.

Eso era a causa de la intimidad de piel con piel. Era relativamente fácil separar a la persona que blandía un látigo o un flogger. Era mucho más difícil cuando estabas acostado en los muslos de otro hombre, especialmente uno al que encuentras atractivo, uno al que incuestionablemente quieres servir, haya dinero o no de por medio. Al menos en la banca podría haber algo de distancia entre ellos.

Tomó una profunda respiración y la dejó salir lentamente, anticipándose al ardor de la palmada de Shownu. Aunque trataba de decirse que era solo otro cliente, solo otro patético y solitario tipo que había pagado para que hicieran lo que pedía, él sabía que se estaba mintiendo.

Todo su cuerpo estaba listo, esperando, anhelando casi desesperadamente sentir la intimidad, la aguda caricia del toque de Shownu. Fuera quien demonios fuera este tipo, Kihyun lo quería.

«Malo.»

—Cambié de opinión. Levántate. —La mirada de Shownu era tensa e incluso enojada. Confundido, incapaz de reprimir la ridícula decepción que lo inundaba, Kihyun se puso de pie.

Shownu estaba bajo las cadenas que colgaban del techo, con unos puños de piel abiertos y esperando. —Voy a flagelarte. Coloca tus muñecas en estos puños. —Kihyun obedeció, quebrando las emociones que explotaban en su interior mientras Shownu tensaba el velcro de los puños.

Él miraba a Shownu mientras le fijaba los puños. Quería pasar sus manos a través del abundante y ondulado cabello. Quería inclinarse contra él y acariciar con la nariz su cuello, lamer el pulso en su yugular. «¿Qué demonios le estaba sucediendo?»

Cuando Kihyun había tomado el trabajo, se había impuesto la regla de mantener su integridad y su noción de la romántica sumisión intacta. Regla número uno: nunca te enamores de un cliente. Ellos te usan, tú los usas a ellos. Las emociones no tienen lugar en esa ecuación. Y aunque aceptaba que había habido ocasionales tipos sexy y atractivos –Jooheon se había destacado entre ellos– hasta ahora no había tenido problemas para mantener sus emociones en la bahía.

Esto también se quedaría en el pasado, él estaba seguro. Demonios, de cualquier modo, él podría no volver a ver al tipo de nuevo. Probablemente solo iba de paso de camino a California o a Hong Kong, o a donde fuera. Él no pertenecía aquí, lo había dicho, él nunca había estado con un profesional en una mazmorra, solo estaba revisando.

Kihyun se atrevió a mirar a Shownu a la cara, que había estado curiosamente en blanco. Él parecía intentar fijar las muñecas de Kihyun en los puños utilizando un pequeño banco que se encontraba ahí para ese propósito. Shownu subió a ajustar la cadena, sobre el gancho que levantaba las muñecas de Kihyun, forzándolo a permanecer en las puntas de sus pies. Bajó y retiró el banco del camino.

Regresó a la repisa de los juguetes. Kihyun lo vio elegir un látigo de mango de madera y piel, con nueve colas de gato; las colas eran de piel color café. Kihyun aún no había tenido experiencia con ese particular látigo de primera mano, pero él lo había revisado un día mientras esperaba a un cliente que llegaba tarde y estaba seguro de que podía lograr una seria paliza en las manos adecuadas. Su piel hormigueaba con la anticipación de su toque. Él notó el bulto de la erección de Shownu tras sus pantalones, olvidándose del lugar y del momento lo miró a los ojos. Durante unos segundos, ellos miraron fijamente al otro, el Dominante estaba listo con el látigo, el sumiso estaba desnudo y estirado frente a él.

SUMISO POR ALQUILERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora