03| Confusión

485 52 5
                                    

El día siguiente en que me veía obligado ir a mi nueva preparatoria Bolívar, tomé las llaves del auto para salir de casa. Mis padres seguían desempacando, ya que sus trabajos comenzaban en dos días.

Me despedí de ellos. Salí de casa y me monté en el asiento del auto. Hice girar la llave y rugió al instante.

Me habían indicado dónde estaba Bolívar, pero un así no estaba seguro de encontrarla. Hasta que vi a la chica del balcón salir de su casa con su mochila colgada entre sus hombros.

Sería mi salvación de no quedar en vergüenza.

Lindsey ya estaba caminando, así que conducí para llegar a su lado. Toqué el claxon cuando lo hice. Ella me miró, pero su mirada era triste y estaba cansada. Podía notarlo a kilómetros. Y también estaba muy pálida.

—¿Puedo llevarte? No sé dónde está Bolívar— Dije, mordiendome el labio inferior. No sé por qué me ponía nervioso estar cerca de ella.

—No lo sé— Respondió sin dejar de caminar.

—Por favor— Rogué y creo que se notó mi desesperación en mi voz.

Ella volvió la mirada hacia mí, vaciló lo que parecía una eternidad y al fin asintió con la cabeza. Sonreí en su respuesta, Lindsey lo notó y pude ver que casi ponía los ojos en blanco mientras se subía al auto.

—A la derecha— Ordenó, con voz seca. Giré. —Ahora a la izquierda.

Cuando volví a girar, miré que Bolívar era algo grande, en comparación a mi otra preparatoria. Sus puertas eran de una madera gruesa. Bolívar carecía de tres plantas, con muchas ventanas y detrás de todo había un campo de fútbol americano. Todo eso se podía apreciar desde afuera.

Cuando nos bajamos, Lindsey no se despegó de mí, y eso era un alivio. No quería estar solo el primer día. Caminamos hasta entrar a los pasillos... Y todas las miradas se dirigieron a mí. Estaba acostumbrado a ello, pero no con nuevas personas.

—Estoy nervioso— Le dije a la castaña que estaba a mi lado con la mirada perdida.

Parpadeó para volver a la realidad.

—Sí, supongo.

Pasamos por un grupo de chicas, quienes cuando me vieron, murmuraron entre ellas y una se mordió su labio inferior pintado de un color rojo intenso.

Sabía que era atractivo, pero no abusaba de ello. Es decir, no me creía la más mierda, no salía de fiesta o me tiraba a cualquier chica que se cruzara en mi camino... Yo sólo le pertenecía a una... Pero a ella yo no le pertenecía.

Me regañé mentalmente por pensar en Denna.

Cuando me di cuenta, Lindsey ya no estaba a mi lado. Miré hacia la derecha y ella caminaba en un pasillo atestado de jóvenes con la cabeza gacha.

Quería saber qué pasaba en su cabeza y qué le había sucedido para estar muy triste todo el tiempo. Me daba la sospecha que antes ella era alegre, divertida y hacía reír a cualquier persona quien estuviera triste... pero algo le robó su felicidad.

Y yo iba a descubrir qué es ese algo.

Ahora, ¿cómo carajos voy a saber dónde está mi horario?

Me deslicé a la oficina del director, y una señora gorda y amargada estaba en la recepción. Cuando me vio, sus lentes cayeron casi hasta la punta de su nariz.

—¿Qué?— Preguntó, irritada.

—Vengo por mi horario— Respondí de la misma manera.

—¿Como te llamas?

—Travis Johnson.

Ella buscó entre miles de papeles hasta dar con el mío. Me lo tendió e hizo una seña con la mano en señal de «largo». Quería mostrarle mi dedo corazón, pero tuve que contenerme.

Mi primera clase era Cálculo. Algo en el que era bueno.

Este ambiente no me gustaba de mucho, pero sabía que tenía que acostumbrarme. Y sabía perfectamente que también tenía que acostumbrarme a Lindsey en el balcón, hablando hacia la nada, llorando por alguna razón... y extrañando a alguien que no conozco. Pero me doy la sospecha que él ya no existe.

La chica triste del balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora