10| Boston

392 35 5
                                    

No hemos salido totalmente de Massachussets, puesto que Boston es su capital. Sin embargo, es como si fuera otro continente.

En todas partes hay puestos de Hot Dogs o cualquier otra delicia. Las cafeterías se ven costosas y de buen toque.

Los edificios a veces son muy grandes y otros pequeños, las personas caminan de un lado hacia el otro, con distintas reacciones, algunas van felices otras enojadas. Lindsey no deja de mirar por la ventana anonadada. Boston es una ciudad hermosa.

—Para— Me dijo Lindsey cuando vio un restaurante de muy baja calidad, pero se veía que servían buena comida.

Bajamos del auto y el sol nos atacó con un calor abrasador, caminamos hasta el restaurante y escogimos una mesa al lado de una enorme ventana.

El mesero llegó con un delantal negro, con el logo del restaurante y una pequeña libreta en las manos.

—¿Puedo ayudarles?— Dijo, viendonos con interés y una sonrisa fingida.

—Quiero...— Susurró Lindsey mirando la carta. —Unas enchiladas con queso extra, por favor... ¿Esto es un restaurante mexicano?

Él, después de escribir, la miró con sus ojos azules.

—Sí, lo es.

—¿Y por qué no le dan el toque mexicano?— Seguía inquiriendo, como si fuera una entrevista policial.

—No lo sé, también me he preguntado eso desde que comencé a trabajar aquí.

—Yo quiero unos tacos, por favor— Dije interrumpiendo.

—En seguida vuelvo.

—¿Por qué le estabas preguntando eso? Se estaba poniendo incómodo— Le recriminé a Lindsey, aunque no sabía por qué.

—¿Qué hay de malo? Sólo tenía intriga— Alzó los hombros y desvió la vista hacia la ventana.

—¿Te gustó?— Pregunté.

—¡Ugh, para nada!— Arrugó la nariz. —Pero se ve que es buen amigo.

Me limité a sonreír, para después sumergirme en mis pensamientos.

No podíamos quedarnos en Boston, es decir, quizás haya muchas oportunidades pero no para nosotros. Teníamos que viajar por diferentes lugares fuera del estado.

Quizás iríamos a los Ángeles, aunque esté a días de donde estábamos. Ya me imaginaba colarnos por una fiesta y beber hasta el culo.

Sé que dije que no era como de esos chicos, pero rayos, tenía ganas de olvidarme de todo. Quería divertirme.

—¿Nos quedaremos?— Preguntó Lindsey, luego comió un pedazo de enchilada. ¿Desde cuándo ya estaba la comida servida?

—No— Dije. —Estaba pensando ir a Los Ángeles.

Ella casi escupe su comida de la sorpresa.

—¡Eso está a días!— Gritó, atrayendo la atención de las personas. Se encogió de hombros avergonzada.

—Ahora me toca a mí escoger algo, ¿no?—  Profirié, luego vi por la ventana.

—Tienes razón— Susurró.

—Pero te prometo que nos vamos a divertir— Le sonreí, tratando de transmitirle confianza.

Lindsey sólo asintió, algo preocupada.

—¿Qué pasa?— Inquerí.

—¿No lo has visto? Nos están buscando Travis, nuestros padres lo están haciendo.

A continuación, me mostró una notificación en Facebook. En efecto, éramos nosotros, con nuestros nombres, nuestras fotografías y la palabra «Extraviados».

La chica triste del balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora