05| Confesiones

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El sol se estaba ocultando a medida que caminábamos alrededor del pueblo. La brisa corría y chocaba en nuestros rostros. Lindsey no hablaba, pero yo tampoco. Era como si los dos disfrutaramos el momento. El silencio era buena compañía en ese instante.

Las personas nos veían como si fuéramos de otro planeta, pero sobretodo la veían a ella. En cambio Lindsey tenía la mirada puesta en sus Converse, absorta de la realidad. Ella era tan triste.

—¿Puedo hacerte una pregunta?— Inquerí de pronto, mirándola con una pequeña sonrisa.

—De acuerdo— Suspiró.

—¿Cómo superas a una persona?— Pregunté, pero vi que ella se tensó y volvió a mirar el suelo en silencio.

¿Acaso pregunté algo malo?

Seguimos caminando en silencio, pero ahora era incómodo. Minutos después me fijé que Lindsey estaba llorando. Ahí me di cuenta que ella tenía alguien, un causante de su tristeza.

—¿Estás bien? Perdón si dije algo malo, yo solía quería...

—No importa— Me interrumpió. —Todos dicen lo mismo. Todos se disculpan porque sienten lástima, por obligación o por reírse. Ya nada importa.

—Yo no siento lástima por ti...— Dije, frunciendo los labios. —Tampoco me disculpé por obligación o cosas así. En realidad, no sé por qué dije perdón. Sólo sé que no debí hacer esa pregunta.

Ella parpadeó antes de mirarme.

—No me haz dicho tu nombre— Dijo, cambiando de tema. —Es algo raro, porque en varias ocasiones hemos hablado, así que bien, dime tu nombre.

—Me llamo Travis, adicto a los Thrillers psicológicos.

—¿Thrillers? ¿Acaso te crees John Katzenbach?— Bromeó.

Y me sentí feliz. Feliz porque supe que era la primera vez que Lindsey hacía una broma en mucho tiempo. Feliz porque por fin Lindsey dejó su tristeza por un momento. Feliz porque la dejó estando conmigo.

—De hecho sí— Le seguí el juego.

Ella sonrió, pero era una sonrisa demasiado pequeña, como si le costara.
Quizás con Lindsey era bueno poder desahogarme de Denna. Era buena escuchando, aunque no hablando, seguro. Pero yo sólo quería que alguien me escuchara.

—Sabes— Comencé. —Hace días tenía una hermosa novia, estaba muy feliz con ella, demasiado. Pero cuando me vine aquí, ella me terminó por medio de una carta. Me utilizó para ganar fama. Eso duele, y mucho. No sé cómo sobrevivir a todo esto. Aún la necesito— Quería llorar en ese momento por el dolor en mi pecho, pero me contuve.

—No necesitas algo que no te sirve para vivir— Pronunció Lindsey en un susurro que alcancé a escuchar.

—Sí, quizás tengas razón— Hablé, pensando en sus palabras. —¿Tienes algo qué contarme? ¿Una historia?

—No— Dijo secamente.

—¡Oh, vamos! Sé que tienes algo. Déjalo salir, se siente bien, ¿ok? Créeme. Necesitas desahogarte.

Ella vaciló por una gran rato, demasiado diría yo. Nos dirigiamos a un lugar un poco extraño. Casi como un bosque, en donde todo se detenía y sólo éramos nosotros. El lago se podía apreciar desde la entrada atestada de árboles y de ardillas.

Lindsey caminó hasta sentarse frente al lago, también me senté a su lado. Los dos doblamos nuestras piernas y las rodeamos con nuestros brazos.

—Hace tiempo conocí a un chico— Profirió, tristemente. No podía creerlo, iba a contarme su historia. —Me gustó el primer día que lo vi, pero no quería aceptarlo. Al principio lo odiaba porque era demasiado cruel conmigo. Pero entonces me di cuenta que sólo era sincero, y estamos en la época en que la sinceridad es el enemigo del humano.

»Pasaron los días y el sentimiento hacia él se prolongaba a una velocidad inigualable. Aunque seguía sin aceptarlo. No entiendo por qué.

Él no me daba ninguna señal si sentía lo mismo que yo, seguía hiriendome con su frialdad. Entonces, yo quería hacer una aventura. La organizamos y todo, pero en eso, él se tuvo que ir. Se fue por días, sin ninguna pista, señal o si quiera una despedida.

Lo busqué hasta el cansancio, porque tenía que decirle que lo amaba, Travis. Tenía que decirle que teníamos que estar juntos. Tenía que decirle tantas cosas.

Un día, él me dejó una pista sobre su paradero, porque supo que lo estaba buscando... ¿Y adivina qué? Él estaba aquí, en este mismo lugar con un cigarro típico de él. ¿Sabes cuál fue mi mayor sorpresa? Que estaba muerto. ¡Estaba muerto! ¡Me dejó! ¿Comprendes eso? ¡¿Realmente le importé tanto como para dejarme sufrir?! ¡Logan se fue! No hubo funeral, su madrastra quería hacerlo en donde enterraron a su papá que está a miles de kilómetros de aquí. No pude despedirme.«

Lindsey lloró tan fuerte que sólo la abracé sin decir ninguna palabra. Ella había sufrido más que yo. Sus sollozos alejaban al silencio y no pude evitar derramar algunas lágrimas. Ella apretó el abrazo y mi hombro ya estaba húmedo por sus lágrimas.

—¿Él era Logan, con quien hablas todas las noches?— Pregunté sin poder evitarlo.

—Desgraciadamente.

La chica triste del balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora