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La luz del sol se filtraba por la ventana que teníamos al lado. Mis ojos se abrieron entre pequeños parpadeos y se volvieron a cerrar cuando chocaron con la brillante luz de afuera: la ventana estaba abierta.

Volteé para avisarle a Lindsey, pero ella ya no estaba en la cama. Su parte estaba arrugada y señas de que hace tiempo ya no estaba ahí.

De pronto, la puerta se abrió y apareció ella con dos cafés Starbucks en la mano. Me sonrió.

—Fui a comprar café, perdona si te desperté.

—No hay problema— Mascullé, sentandome al borde de la cama.

Cuando vi por la ventana, pensé en qué haríamos, cuánto tiempo nos íbamos a quedar, no teníamos nada planeado.

—Tengo un plan— Dijo Lindsey, como si leyera mi mente.

—Dime.

—Visitaremos todo lo que podamos en esta hermosa ciudad, luego nos iremos— Dijo, sonriendo como una niña cuando le regalan un dulce.

—Ese no es un plan— Articulé, parandome para ir al baño y darme una ducha.

—¿Qué más da? Tú piensa lo demás, eso hacía Log...— Se detuvo, me detuve, el tiempo de detuvo. Lindsey se aclaró la garganta y sonrió forzadamente. —Ese es mi plan, Travis.

—¿Quieres ver si hay un museo?— Pregunté, ignorando el hecho de que Lindsey quería que hiciera las cosas que hacía Logan.

—Me encantaría— Respondió, en un susurro muy bajo.

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Las casas parecían tener la misma estructura, los mismos colores e incluso el mismo tamaño que todas. Era algo raro, pero llamativo para gente como yo.

El GPS no servía en ese momento, por lo que no encontramos un museo cerca y Lindsey dijo que era mejor buscar otra parte adónde ir.

Sin embargo, la mejor idea era recorrer la ciudad sin bajar del auto. Creo que ella pensó lo mismo, puesto que volvió a poner música.

El sonido relajante y la voz del cantante hacían un contraste con el momento, no teníamos que hablar, sólo queríamos mirar a nuestro alrededor y disfrutar de toda esa ciudad llena de personas, casas, edificios y muchas cosas más.

Quizás era mejor enviar una postal a mis padres a cada ciudad que iríamos. De todos modos, no tardariamos más de un día.

Me compré una luego de que Lindsey dijera que quería descansar. Aproveché en enviarla con un mesaje:

Estoy bien, estoy feliz.

Los amo. ¡Saludos!

Cuando me subí al auto, Lindsey estaba con los ojos cerrados, su respiración era calmada y su boca estaba entreabierta. Se había quedado dormida.

Se veía tan... en paz. Como si el recuerdo de Logan la dejara por un rato, sin atormentarla, ni entristecerla. Ella era feliz cuando dormía.

Comencé a conducir sin saber un rumbo, el sol se había ocultado y volví a reproducir la misma canción de hace ratos: Melody.

La canción tenía algo, algo que me conquistaba. Pero me hacía recordar a Denna, por alguna rara razón. Sentí el dolor en mi pecho, pero ya no era tan grande como al inicio. ¿Eso significaba que la estaba superando?

Luego de unas horas, Lindsey se despertó.

—¿Adónde vamos?— Inquirió, soltando un perezoso bostezo.

—No lo sé.

En ese preciso momento, vimos el letrero desde el parabrisas:

Bienvenidos a Boston.

La chica triste del balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora