08| Massachussets

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Las calles estaban oscuras y silenciosas, aunque se podía distinguir todo lo que veíamos.

Lindsey puso Rockstar de Post Malone y 21 Savage. La miré con una ceja arriba cuando la música empezó a sonar a un volumen considerable.

—¿Qué? Tengo gustos culposos— Se defendió sonriendo divertida.

—También me gusta esta canción.

Pasados unos instantes, nos detuvimos frente a un motel llamado Expectations. Su letrero ya estaba viejo y muy apenas daba luz ya. Pero, por lo visto, era el más económico que vimos.

Me estacioné en el lugar indicado, pero no salimos en ese instante. La música había cambiado a Die Trying de Michl.

Nuestras miradas chocaron, pasaron varios segundos y nosotros seguíamos en esa posición. No nos dimos cuenta hasta que la canción paró. Luego de eso, la incomodidad se hizo presente.

Lindsey se aclaró la garganta.

—Deberíamos ir a preguntar— Dijo, luego tragó saliva.

—Sí, claro.

Salimos del auto para llegar a la recepción. Un anciano, como de unos ochenta y tantos años, nos atendió.

—Son muy jóvenes para andar a estas horas de la noche— Habló con esfuerzo, como si le faltara aire.

—Quizás— Profirió Lindsey. —Pero estamos en buscas de misterios.

El anciano nos entregó la llave de nuestra habitación, luego miró a Lindsey a los ojos directamente. Se veía que ella se estaba incomodando.

—Me recuerdas a mí— Masculló el anciano. —Con mi esposa siempre quisimos ir a París. A ella le encantaba esa torre...

—Eiffel— Susurré.

—Sí, esa— Siguió. —Abrimos este motel para conseguir el dinero, sin embargo, ella se tuvo que ir, tuvo que hacer un viaje largo y eterno.

Los dos nos quedamos callados, sin saber qué decir. El anciano estaba con los ojos cristalizados, apunto de romper en llanto. Lindsey bajó la vista de repente.

Logan.

—Lo entiendo— Contestó ella. —Créame. Lo entiendo perfectamente. El amor también se fue de mi vida para siempre. Esa es la razón por la que estamos aquí.

Sin más, Lindsey salió de la recepción. La seguí luego de darle las gracias al anciano.

Entramos a la habitación. La cama era grande, enfrente estaba la televisión, colgada en la pared. El baño estaba casi al lado de la cama, su puerta estaba entreabierta y con la luz apagada.

Me acosté en la cama agotado, cerré los ojos y sentí cómo los músculos de mi cuerpo se relajaban poco a poco. Lindsey se acostó a mi lado, dándome la espalda.

—Buenas noches— Susurré.

—Buenas noches— Respondió con el mismo tono.

La chica triste del balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora