VI.

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CANDYMAN — CHRISTINA AGUILERA

"Deja que mis labios rosen los tuyos como fresas frescas que bañadas han sido en Nutella.

Quiero que sientas su suave y dulce textura bajando hacia tu quijada y luego vayan directo al corazón

Que el calor del momento derritan el chocolate espeso y sientas la dulzura de la pura fresa fresca en que se han transformado mis labios que ahora relucen con el brillo del champán.

Deja, tan solo deja que en fresas mis labios seduzcan a los tuyos y muerdelos poquito a poquito, ¡por favor!..."
Priscila R. de Azevedo

VI. Placer.

Detesto esta oficina

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Detesto esta oficina. El estar aquí no es el mejor bálsamo para calmar la enorme molestia que tengo.

Los tonos blancos y negros que decoran mobiliarios y paredes me deprimen, me ponen de un humor amargo.

Quizá todo se deba a que papá siempre me ha traído hasta acá para decirme su sarta de insultos cuando ya no podemos ni siquiera olernos a pocos metros de distancia.

Eso pasa, y luego de la imperiosa tormenta, una extensa temporada de calma sosiega nuestro mal carácter, ya que ambos chocamos porque estoy segura que compartimos el mismo temperamento.

—¿Y bien? —levanto la mirada con lentitud. André está frente a mí en espera de que le dé explicaciones de lo sucedido.— Te escucho.

Extrañamente, y luego de lo ocurrido con su nueva asistente, o mejor dicho, mi nueva asistente, no se puso en su tono ogro que dista mucho que desear. Tal vez la cabeza le dio mejores ideas y suavizó su carácter, o tal vez esta es la calma que precede a la tormenta.

Reconozco que mi actitud no fue de lo más madura, ¡pero por Dios! Detesto al mil por ciento las personas que quieren sobresalir por encima de los otros y, que al hacerlo, arrastran por el camino a los que estamos haciendo nuestro trabajo en óptimas condiciones.

—Creo que todo está muy claro. Ella emplató un servicio asqueroso, uno al que no esperó que yo le diera el visto bueno...

—Quizá sus acciones se generaron porque simplemente notó que Will lo puede hacer sin pedirte permiso —Interrumpe André defendiendo un poco el error cometido de la joven.

—Will tiene experiencia de sobra... —gruño por lo bajo cada vez más molesta—, a él le dejaría mi servicio con los ojos cerrados. No tiene punto de comparación.

Ambos solos nos observamos midiendo el grado de dominio que tenemos. No tengo porque declinar en mi punto y tampoco él piensa ceder con sus baratos e hipotéticos argumentos, de eso no queda duda.

Entre Fresas y ChocolatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora