X.

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DESTINO O CASUALIDAD — MELENDI Ft. HA*ASH

"Me gusta besar con besos destemidos.
Besar lugares placenteros, excitantes.
Me gusta besar buscando gemidos.
Me gustan los momentos alucinantes.

Me gusta besar como si fuese pluma.
Besar, muy, muy, muy lentamente.
Me gusta ver cómo llega la bruma.
Me gusta ver cómo se arruga su frente.

Me gusta la mágica perla de la mujer.
Me gustan sus labios de caramelo,
y me gusta emborracharme de placer,
al hacerla sufrir, antes de llevarla al cielo."

José Enrique.

José Enrique

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X. Tocinillo del Cielo.

El no tener el control de mi vida me llevaba por el camino de la locura.  Deseaba con un potente ahínco que los días volasen para volver a mi intensa rutina, pasar miles de horas metidas en la Fresa.  Quizá por tanta ansiedad había amanecido con un intenso dolor de cabeza, o tal vez era mi menstruacción que quería llegar como siempre, cuando a ella le daba la gana. 

Me mantenía tirada en mi cama remoloneando sin parar.  No me quería levantar, así que me giré sobre mi mullido edredón hacia el otro extremo.  Por más ansiedad que tuviese, la migraña era una muy mala compañera que podía hacer de mi día la propia tragedia griega. 

Mis ojos se posan en el retrato de mi dulce abuela que reposaba en mi mesa de noche.  Me quedaba muchas veces mirándola fijamente sin cesar.   Me preguntaba qué sería de mí si ella estuviese viva, qué sería de ella si aún nos tuviésemos una a la otra.  Muchas veces la culpa me embargaba.  Más de una vez me he sentido responsable de la muerte de mi abuela, no fui una nieta modelo, le di tantos y tantos dolores de cabeza que no podía entender cómo me amó hasta el final de sus días.  Quizá todo se debía a que yo era hija de su hija, y en mí depositó todo el amor que mamá no pudo recibir por haber partido tan rápido de este mundo.

Hoy espero que mi abuela Antonia y mamá me hayan perdonado y que estén donde estén, se encuentren orgullosas porque pude salir del infierno al cual yo misma decidí acceder por inmadura, tonta y rebelde.

Una lágrima presurosa se escapa de mis ojos, así que procedo a secarla.  Cada día lloro menos, cada vez voy superando cada una de las situaciones que se me atraviesan en la vida.  Cada día me hago más y más fuerte...

El sonido de unas llaves me hace fruncir el ceño, puede ser Will o tal vez Violeta, ambos pueden entrar a mi apartamento sin ningún tipo de problemas.

—¡Gorda! —Es Will, no obstante, ni siquiera grito para decir que estoy tirada en la cama.  Él me conoce bien y sabe que sino estoy en la isla de la cocina o en el jardín, es porque la cama me tiene atrapada— ¿Dolor de cabeza o depre? —dice apoyado en el marco de la puerta, observándome con premura.

Entre Fresas y ChocolatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora