Todos los sensores y alertas se activaron repentinamente en la base central del castillo oscuro. Los Evilmon perdieron el control y por un instante bloquearon el paso de Datamon. Fue necesario que el androide sacrificara a un par de ellos para poder abrirse paso. Sacrificó al último que había robado su silla ante el gigantesco ordenador. Ocupó su asiento. La impresión lo llenó desde lo más profundo de su ser. No quiso admitir que realmente se había quedado totalmente impactado.
Las luces rojas que iluminaban su rostro tardaron en apagarse, pues tuvo que encargarse de que cada una de las alarmas fuera apagada. Fue considerablemente difícil. Después de todo, cada Digivice enemigo podía activarlas. Recibir a tantos de ellos de golpe colapsó el sistema por unos minutos.
—Mierda... Esto no le gustará a la señora Clarisse.
Salió del centro de comando, sacrificando a tantos Digimon diminutos que se cruzaron en su camino. Cruzó los pastillos del castillo oscuro hasta llegar al ala prohibida que nadie más podía visitar. Se topó con la puerta siniestra que conducía a los aposentos de la Elegida de la Oscuridad. Tragó saliva. Llamó golpeando con la aldaba una sola vez.
La voz de Piedmon se escuchó al otro lado de la puerta siniestra.
—¿Qué quieres, Datamon?
Datamon tragó saliva por segunda vez.
—Señor Piedmon... Ellos... ya están aquí...
La puerta se abrió lentamente al segundo siguiente.
Piedmon lo recibió con una expresión altiva. La penumbra del interior iba acorde con el aspecto siniestro del payaso, y con la rubia que miraba por el ventanal hacia el castillo abandonado al otro lado del Campo del Infierno.
—Clarisse —llamó Piedmon—. Llegamos a tiempo. Ellos están aquí.
Ella permaneció en silencio por unos segundos.
Cuando se giró, su mirada sádica y su sonrisa siniestra demostraron que todo lo que había pasado en el Área 11 ya había quedado en el olvido. Que no estaba dispuesta a dejarse derrotar.
Que estaba totalmente lista para el siguiente y, tal vez, el último asalto.
—Perfecto —dijo.
—¿Cuál es el plan? —dijo Piedmon.
Clarisse no borró su sonrisa, a pesar de que miró nuevamente hacia el castillo abandonado.
—Llama a los demás. A primera hora, atacaremos la base de los renegados.
—Pero, Clarisse...
—Haz lo que te digo, Piedmon. No por nada nos hemos apoderado del Campo del Infierno. Es nuestro territorio. Ellos perecerán aquí.
Dicho aquello, Clarisse permaneció en silencio absoluto.
Datamon pensó en decir un par de cosas. Sin embargo, al ver que Piedmon dibujaba la misma clase de sonrisa, comenzó a dudar.
Ni siquiera él, un siervo de la señora oscura, estaba preparado para que las fuerzas del mal realmente triunfaran al final.
La atmósfera desoladora del Campo del Infierno les dio la bienvenida cuando atravesaron el portal. El sitio era oscuro. Solitario. Árido. La sombra de la muerte estaba presente en cada rincón.
Tagiru quiso ser el primero en dar un paso. El brazo de Lelouch se extendió ante él para detenerlo. Nunally se aferró al chico peliteñido.
—Este sitio es demasiado silencioso... —dijo Nene.
ESTÁS LEYENDO
Nene de la Rebelión
Hayran KurguClarisse Okada ha despertado los poderes malignos del Pandemonio de Bagra y ha desatado la destrucción sobre ambos mundos. El daño en la Brecha Dimensional ha causado que el caos alcance a afectar al epicentro de la represión. El sacro imperio de Br...